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TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

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El señor <strong>de</strong>l club no saca la cara por una muchacha, ya nos lo dijo el primer<br />

día. A ella le tuvieron que arreglar toda la cara. Y estuvo sin trabajar como<br />

tres meses porque estuvo muy mala, muy mala. Se salvó <strong>de</strong> buenas, porque<br />

casi la matan esos marroquíes. Fue por eso que me dijo que pusiera mucho<br />

cuidado. Pero, ella quedó con problemas. No trabajaba, se quedaba como<br />

muy pensativa. Yo me le arrimé y le pregunté que cómo se las arreglaba sin<br />

trabajar, y ella me dijo que tenía dinero ahorrado y eso era lo que la<br />

salvaba. Fue cuando me dijo que a ver cuando salíamos <strong>de</strong> allí para hablar<br />

como amigas, sin trabajar. Pero, como el tiempo era tan corto una tenía que<br />

moverse mucho.<br />

Sin embargo, allí la plaza era <strong>de</strong> un mes. Y nosotras nos ayudábamos. Un<br />

día una chica nos llamó por teléfono para <strong>de</strong>cirnos que Luis, el dueño <strong>de</strong>l<br />

club <strong>de</strong> León, nos iba a venir a buscar y que nos iban a meter una pela.<br />

Entonces, mis amigas comenzaron a llorar. Y yo les dije que lo mejor que<br />

podíamos hacer era llamarlo. Y lo llamamos al club. Nos dijo: - Tenéis una<br />

<strong>de</strong>uda conmigo y me tenéis que pagar. Yo le dije que no se fuera a meter<br />

con mi familia allá en Colombia, que yo le iba a comenzar a girar <strong>de</strong> a<br />

veinte mil pesetas, que apenas estaba empezando a trabajar, que me diera<br />

una oportunidad, que yo le iba a pagar la <strong>de</strong>uda. Pero, él me dijo que eso<br />

era pura mentira, que nosotras sólo queríamos volarnos y que teníamos que<br />

volver al club y que si no vendría él a por nosotras.<br />

Yo <strong>de</strong>bía ocho millones <strong>de</strong> pesos. Esa noche hablamos las tres con él, y así<br />

nosotras comenzamos a trabajar y a mandarle dinero. Fue así como<br />

conseguimos calmarle. Nos <strong>de</strong>jó así que le pagáramos y que trabajáramos<br />

en otro sitio.<br />

Yo ya comencé a coger confianza con la gente <strong>de</strong>l club. Ya me comenzó a<br />

gustar el camarero, y yo a él. Así comencé ya a amañarme allí por ese lado.<br />

El muchacho se llama Aldo. Me regalaba cosas, chocolatinas y así. Y al<br />

cierre nos veíamos en la cocina. Y eso que nos lo tenían prohibido.<br />

Y ya me comencé a avispar, a trabajar. Yo siempre trabajaba con gente<br />

joven. No era capaz <strong>de</strong> trabajar con los viejitos. Me quedaba sentada y<br />

<strong>de</strong>cía: - No, ese parece como mi abuelo. Los domingos eran todo puros<br />

viejitos.<br />

Así ya me comencé a amañar allí en esa plaza. Entonces, conocí a un señor,<br />

que se llama Ángel. Él me dijo que yo le daba mucha pena, que cómo<br />

estaba yo allí. Era un señor muy especial. Era <strong>de</strong> la alta sociedad. Yo<br />

comencé a salir con él. Ángel tendría unos cincuenta años. Él me daba<br />

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