TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

Los propios vecinos le tenían miedo. Me daban consejos para que me
marchase. Pero, con él no se atrevían a hablar. Fue la peor época de mi
vida. Me cansé de llorar, y siempre me quedaba en casa triste y aburrida.
Un día conseguí escaparme. Dejé mi ropa con una amiga. Aproveché que él
se fue al trabajo. Mi amiga me ayudó. Me dio la dirección de una señora
que tenía un restaurante en otra ciudad, a unas cinco horas de carro de Belo
Horizonte. Entonces, ese mismo día cogí un autobús y me marché.
Sandro
La señora ya conocía mi situación. Cuando llegué, ya me estaba esperando
en la rodoviária. Ahí empezó otra nueva fase en mi vida. ¡Dios mío! Por
donde voy dejo el rastro… La señora era la dueña del restaurante. Por lo
que sé, ella lo cerró hace poco, cuando yo ya estaba en España. Lo cerró
por causa de problemas, peleas y cosas de esas.
En el restaurante yo hacía la limpieza, y también ayudaba en la cocina. Al
principio, todo fue bien. Mucho mejor que mi vida anterior con aquel
hombre… Trabajaba durante todo el día. Mi horario comenzaba temprano.
Después, de las doce a las dos teníamos que servir la comida. Por la tarde la
gente venía a tomar cerveza, y era más tranquilo.
Pero, aquí fue cuando conocí a otro vagabundo. Es el padre de mi hija y se
llama Sandro. Era un cliente del restaurante. Venía con frecuencia a comer.
Trabajaba allí, pero él era de otra ciudad de Minas, así que los fines de
semana regresaba a su ciudad.
Sandro comenzó a decirme que yo era una mujer bonita e inteligente. Yo
tenía todavía miedo de mi anterior novio, y le conté mis problemas. Él me
dijo: - Tranquila, yo te ayudo. Y comenzamos a salir los fines de semana.
Una vez me llevó a conocer a su familia en su ciudad. Me llevó a la casa de
su madre y me presentó a sus dos hijos, porque él era separado. Y la tercera
vez que fui a su casa de visita ya me quedé definitivamente. Me hizo una
proposición. Sandro tenía un pub en la ciudad que mantenía cerrado y me
propuso si quería trabajar allí con él. Acepté.
En el restaurante el trabajo era muy pesado. La dueña siempre me estaba
mandando más trabajo y más servicios. Y ya no estaba aguantando. Así que
le pedí la liquidación y me marché. Recuerdo que ella me preguntó si yo
sabía lo que estaba haciendo. Y le contesté que sí. No tenía tampoco porqué
darle explicaciones. Era mi vida.
369