TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

A la mañana siguiente, le dije a Josimar: - Tudo bom, búscame un lugar, que
yo voy a trabajar. Me contestó que bien, que no me preocupase, que me iba
a buscar un sitio. Pero, me pidió que no le dijese nada a Amadeo, su
marido, porque si él se enteraba que yo trabajaba de puta me iba a echar de
casa. Yo no entendía nada. De repente, la solución ya se convertía en un
problema…
Comencé a trabajar en el club “Erótica”. Enseguida, Amadeo me descubrió
y me hizo sentir mucha vergüenza. Una brasilera del club me dijo que era
muy fácil, que sólo tenía que saludar a los hombres y preguntarles si
querían follar. Pero, no era tan sencillo… Si trabajas en un club debes
primero abordar y segundo convencer. Y esto no es tan sencillo. Para mí
esto al principio era un asunto más verbal. Después, ya me fui dando cuenta
de que el convencimiento es una cosa más bien física. Unas dicen que les
masajean los hombros, otras que dan beijinhos, etc. Es algo mucho más
físico.
Poco a poco fui aprendiendo. Estás obligada a ser una actriz. Y como en
toda profesión es necesario un aprendizaje y una práctica. El sexo no es
sólo abrir las piernas y follar. Es mucho más que eso. Por eso es que
trabajar en la prostitución no es para nada sencillo.
En el “Erótica” estuve trabajando dos semanas. Los dueños me venían a
recoger a las siete de la tarde y trabajaba en el club hasta las cuatro de la
madrugada. Los fines de semana hasta las seis. Con Josimar apenas tenía
relación porque ella no paraba en casa, siempre estaba trabajando por ahí…
En el club había mujeres rumanas, colombianas, africanas y brasileras. Yo
no entendía nada, no conseguía hablar con nadie. Y las brasileras estaban
muy metidas en aquel esquema de la droga… Todo esto hacía que fuese
más difícil para mí relacionarme. Llegué a pensar que aquí estaban las
peores personas de mi país. En aquel momento yo todavía estaba
intentando coger confianza con el lugar, estaba pre-instalándome.
Un día una brasilera me invitó a ir a hacer una salida con ella. Eran dos
señores mayores. Cuando ellos salieron un momento del coche para ir al
cajero y nos dejaron allí solas, Bruna comenzó a revolver entre las
chaquetas de aquellos hombres. Yo no daba crédito… Le dije que qué era
lo que estaba haciendo, que no estábamos allí para robarles, sino para
trabajar. Luego, cuando llegamos al hotel, ella entró en una habitación con
uno de aquellos hombres y yo en otra con el otro. Yo ya estaba preocupada.
Pensaba que Bruna podía hacer cualquier cosa en la habitación y que luego
nos iban a echar a las dos del hotel. Afortunadamente, no ocurrió nada. Al
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