TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

marido. Tomaban unas copas juntos y después se marchaba. Ese día llegó
al club. Yo entonces era delgada y tenía el cabello largo hasta la cintura. Mi
tía habló con él y le dijo que yo estaba recién separada de mi marido, que
era una buena chica y que también era muy apasionada. Él se presentó: -
Mi nombre es Sydney. - Yo me llamo Bruna. Normal, unos besitos. Me
preguntó si tomaba alguna cosa. Le dije que sí, que un Campary. Y nos
fuimos para una mesa a conversar los cuatro: él, mi tía, su marido y yo. Fue
algo especial. Le pregunté si podía tomarme otro Campary, y me contestó
que podía beber todo lo que quisiese. Fue divertido. Tenía la sensación de
como si lo conociese de antes, como si fuésemos amigos. Era un hombre
guapo y muy simpático. Entonces, me preguntó si podía dormir conmigo,
que cuánto cobraba. Le dije que quinientos reales. Y nos fuimos a la
habitación. El marido de mi tía se rió y le dijo: - Vaya, vaya, por fin vamos
a conocer el tamaño de tu polla. Tanto mi tía como él se quedaron muy
sorprendidos porque nunca antes había pagado a una chica para acostarse
con ella en el club.
Me enamoré perdidamente. Creo que también fue por mi propia carencia
afectiva. Me enamoré demasiado. Él también se enamoró de mí. Después
de tres meses de estar juntos, fuimos juntos a Goiânia para que conociese a
mi hija y a mi madre. Cuando llegamos a Goiânia, mi madre vino a
recogernos a la rodoviária. Toda la familia quedó encantada con él, mi
madre, mi hermana, todos. No tenía ni idea de lo que él estaba pensando,
pero ya había comprado las alianzas y todo. Lo tenía todo pensado. Había
venido a casa de mi madre para pedirle que me dejase ir a vivir con él. Mi
madre aceptó. Le dijo que era cosa de mi voluntad.
El domingo hicimos una comida en casa de mi madre. Vino toda la familia
y también unas amigas. Allí mismo, delante de todo el mundo, él se levantó
y me colocó en el dedo una alianza. Me dijo que siempre íbamos a estar
juntos. Casi me muero en aquel instante. Fue muy lindo. Todos nos
sentíamos felices, y yo la que más. No podía creérmelo, era como un sueño.
Después de eso regresamos a Brasilia. Allí teníamos una casa toda
arreglada para nosotros. Todo perfecto y muy bonito. Y de nuevo comencé
con aquella vida de casados.
Él salía a trabajar por las mañanas. Regresaba para comer el almuerzo.
Después volvía al trabajo y regresaba a casa a las siete de la tarde. Yo
mientras tanto cuidaba de mi hija y de la casa. La vida era maravillosa. No
me faltaba de nada. Me compraba muchos regalos, ropa, etc. Al cabo de un
año de vivir juntos, él financió un apartamento. Dio una entrada y me lo
regaló. Nunca tuvimos una discusión. Mi hija le llamaba papá, y él la
trataba muy bien.
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