TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

euros y cien francos a mi tía para mí. Yo ya tenía todo pensado. Como era
complicado regresar a Suiza, lo que iba a hacer era viajar a España para ir a
casa de María.
El viaje a España
En el aeropuerto de Milán cambié los dólares por euros. Tenía hambre y
me encontraba mal. Entonces, salí para preguntarle a un taxista si conocía
un hotel. Le pedí información para poder estar en un sitio tranquila hasta
que mi tía llegase. Y el taxista me hizo una proposición: que podía ir a su
casa, pero que a cambio tenía que tratarlo muy bien… Me dijo que yo tenía
una boca preciosa y que seguro que hacía muy bien el francés. Le dije que
tenía que pensarlo. El taxista me dio su número de teléfono.
Por la noche vino a buscarme y me llevó a su casa. Me duché, comí un
poco, charlamos, le hice un francés que le gustó mucho, y después nos
fuimos a dormir cada uno a una habitación.
Al día siguiente, el taxista me llevó a un ciber-café cerca de la estación de
tren. Aquel era un buen sitio para esperar a mi tía. Ella no llegó hasta la
noche. En el ciber-café me robaron el móvil. Yo estaba cansada. Lo que
más me fastidió fueron las fotos de Pietro que tenía en el móvil. Cuando
llegó mi tía comenzamos a conversar. Mi tía me habló de la posibilidad de
viajar a Roma para buscar un trabajo. Yo, sin embargo, prefería ir a España
para trabajar en casa de mi amiga María. Mientras estuvimos allí,
conocimos a un chico en la cafetería que nos invitó a las dos a pasar la
noche en su casa. Fuimos. Fue una persona muy gentil. También nos dio
comida para llevar durante el viaje.
Cuando llegamos a la estación de tren no tenían billetes para viajar a
España. Así que fuimos a la estación de autobuses, y allí sí que podíamos
comprar un billete para viajar. Entonces, telefoneé a María para decirle que
también iba mi tía. Pero, mi amiga me dijo que no podía ser, que aquel era
un piso de trabajo y que no había sitio para las dos. Esa fue la razón de que
mi tía se fuese de nuevo para Suiza y yo para España.
Nos despedimos. Ella se marchó primero. Yo regresé a la estación de
autobuses y estuve allí dando vueltas y vueltas. Compré un billete para el
día siguiente. Me quedaban sólo veinte euros y tenía la comida que el chico
me había dado. Luego, cuando estaba sentada en un banco, se acercaron
dos hombres y me preguntaron para dónde iba. Yo llevaba puestas mis
lentillas azules. Ellos me dijeron que era muy bonita y que si quería podía
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