TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

veinticinco euros eran seis para ella y diecinueve para la chica; un pase de
treinta euros eran diez para ella y veinte para la chica; un pase de cuarenta
euros eran diez para ella y treinta para la chica. Pero, allí era muy difícil
hacer pases de treinta euros. Trabajé una semana con ella. El primer día no
hice nada. El segundo día hice un pase por la noche… Después, enfermé,
tuve dolor de cabeza y no volví más.
Luego, volví para el club de Ramiro. Me quedé allí unos días. Sólo
recuerdo un día que me hice seis pases en una noche.
A mí me gusta más trabajar en un piso. Aunque, en el piso entran menos
clientes, son mejores y no son tan pesados. En los pisos los hombres van a
follar directo y no discuten tanto los precios. No tienen aquella frescura
toda. El piso es mucho más tranquilo y no viene tanto la policía. La última
vez que estuve en el club de Ramiro vinieron otra vez los de Extranjería y
todas las chicas salieron corriendo para esconderse en medio del monte. Yo
también me escapé y me escondí entre los árboles. Sólo se quedaron en el
salón las que tenían papeles.
En los pisos también se ven muchos hombres más viejos. Hombres de
cuarenta, cincuenta, etc. Lo peor de trabajar en el piso es la seguridad.
Estás más tiempo sola o con otra chica, y si llega un hombre para hacerte
alguna maldad no tienes cómo defenderte. Y también la policía de
Extranjería lo tiene más fácil para entrar, porque llegan y llaman a la puerta
y se hacen pasar por clientes…
Los clientes
En Portugal conocí clientes buenos, que pagaban muchas copas. Allí tenía
un cliente muy bueno, que me ayudaba mucho. Me pagaba siempre una
hora, una hora y media, dos o tres copas… Joâo era muy buen cliente.
Pero, no todos eran buenos clientes. Un día llegó un cliente, me pagó una
copa y me preguntó cuánto costaba. Cincuenta euros. Y subimos a la
habitación. Cuando terminamos, él no quería pagarme. Me dijo que las
putas son putas y que no es necesario pagarles porque lo tienen que dar
gratis. Me empujó contra la pared. Llamé al vigilante y entonces le dio
unos golpes y le obligó a pagar.
Cuando vine a España, en Ponteareas también hice buenos clientes. Había
uno que era disminuido y siempre me pagaba copas. No hacía nada, nunca
subía a la habitación. No hablaba mucho y también era celoso.
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