TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

gustó mucho. Toni no habla español, usaba un programa de traducción en
el ordenador y así trataba de comprender lo que yo le escribía. Él también
estaba muy ilusionado. Bueno, así que me las apañé, llamé a la empresa de
él, y pedí su número de teléfono en Arizona, que es donde él vive. ¡Eureka!
Logré lo que quería la operadora. Me preguntó: ¿quiere que le comunique?
Le dije: sí. Yo no hablo inglés, sólo el chapucero que todavía recordaba del
colegio, pero aún así conversamos:
- Hello, hello!
- Hello, my love!
- Oh, my husband
- Yes, your husband
- Thank you for flower
- Thank you for surprise
- I´m very happy
- You and my very mucho feliz
- Bye, my love. Many keeses for you
- Bye, my wife. I´m love for you
Fueron dos o tres minutos. La primera vez que escuché su voz tuve tantas
sensaciones nuevas… luego la incertidumbre de lo que pasaba. Me
preguntaba tantas cosas al mismo tiempo… Bueno, ya pasado el susto de
haber hablado la primera vez con él, lo dejé correr y sólo me limité a
esperar a ver qué pasaba.
Ya terminadas las vacaciones regresó mi madre, y le comenté todo. Ella,
lógicamente, se enojó conmigo, dijo que yo tan vieja, con tres hijos y que
no tenía seriedad, que yo sólo creía en los cuentos de hadas, que pisara la
tierra que tenía debajo de los pies, etc. Bueno, y yo como siempre, seguí
con lo mío. Teníamos un mes de escribirnos cuando un día me llamaron de
la oficina de cambios pidiéndome que pasara por allí, que había algo para
mí. Eran doscientos dólares que él me enviaba. Yo estaba sorprendida,
recibí el dinero, me fui para casa y pedí un traductor para hacer una
llamada tripartita con los Estados Unidos. Lo llamé, yo hablaba con la
traductora en español y ella le repetía lo que yo decía en inglés. Le
pregunté que porqué me enviaba dinero, que no tenía porque hacerlo. Y él
me contestó que yo era su esposa hermosa del ángel, que él no tenía hijos y
que como yo tenía tres que él cuidaría de ellos como si fuesen suyos, que él
ya estaba viejo. Él entonces tenía cuarenta y seis años. Me dijo que no me
preocupase, que no nos iba a faltar de nada. Y así, cada dos semanas yo
recibí un envío suyo, a veces también flores, regalos de Estados Unidos
para mí y para mis hijos, fotografías. Email recibía todos los días. Y así
fueron pasando más o menos catorce meses de idilio por internet.
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