TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

ser de Brasil y sabía que no iba a cambiar ahora. Me sucedía que algunos
clientes me procuraban y yo no quería subir a la habitación con ellos.
Fue entonces cuando decidí cambiar de club. Y me fui para un club de As
Pontes. Era un club pequeño, pero conseguí desenvolverme mejor. En el
club de Ferrol había cerca de treinta mujeres, la mayoría brasileras, pero
también colombianas, dominicanas y africanas. Sin embargo, en el club de
As Pontes éramos tan sólo entre cinco y doce mujeres, todas brasileras
excepto una chica rumana. La camarera también era brasilera.
Me quedé allí durante un año aproximadamente, aunque no estuve seguido
porque salí unas tres veces para hacer unas plazas. En el club convivía bien
con todas. Comencé a charlar directo con los clientes. La camarera me
aconsejaba. Y así empecé a trabajar bien. Allí también había una brasilera,
Odette, que ya llevaba bastante tiempo y era ella la que también me
aconsejaba sobre el trato con los clientes. Fue un poco como mi profesora.
Odette me explicaba cómo tenía que hacer para acercarme a ellos, para
conocer a los hombres y a distinguir los que subían a la habitación de los
que sólo se quedaban allí en la barra tomando algo. Aprendí rápido, porque
la mayoría de los clientes eran vecinos de allí de As Pontes. Había de todas
las edades, chicos jóvenes, hombres de treinta y cinco a cuarenta y cinco
años, hombres mayores de hasta sesenta años, etc.
Los clientes
Allí en el club de As Pontes hice amistad con muchos clientes. Algunos
llegaban y ja me procuraban, preguntaban siempre por Cristina.
Conversábamos, si hacían el pase subíamos y si no, no pasa nada. Hay
gente que va al club y que no quiere hacer nada, pero te cae bien y entonces
estás allí charlando con él sin problemas.
La mayoría de los clientes que conocí allí eran buenas personas. Al
contrario que aquí en Villalba, que la gente es más pesada. Aquí hay una
manera diferente de trabajar, cambian bastante de mujeres. En el club de
As Pontes las chicas duraban bastante, y eso hacía que hubiera más
compañerismo. Había más confianza y me gustaba más. Por el contrario,
aquí en “El Rayo de Luna” las chicas van cada una a lo suyo y son más
individualistas. Aquí por cada diez hombres que llegan, sólo suben dos. A
lo mejor estás una media hora hablando y acariciando a un hombre y
después cuando tú piensas que va a subir a la habitación, te dice que no,
que el próximo día…
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