TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

Aún así, me quedé trabajando en esa boate dos meses. Allí casi nadie usaba
el preservativo. Los hombres no lo querían usar y las chicas lo único que
hacíamos era tomar pastillas para no quedar embarazadas. Allí no había
información de nada de nada. Allí era obligatorio foder sem preservativo
mesmo. Los clientes pagaban con dinero y también con oro. Quince gramos
de oro eran una hora. Cuando llegaban hombres con dinero ellos cerraban
el club armados con revólver y pagaban todas las bebidas y hacían de todo,
a veces también usaban droga con las chicas. Era el área del Río Madeira y
había mucho oro y también mucha sangre.
Cuando aparecía oro en el garimpo aquello era como Irak. En el club la
enfermedad más común que había entonces era la gonorrea. Era un
contagio continuo. Teníamos un remedio que nos pasó un médico.
Afortunadamente, yo no me contagié, aunque ya tuve esa enfermedad
antes, que me la pasó mi anterior novio. La gonorrea es una enfermedad
muy dolorosa, algunos hombres gritan de dolor y cuando vas a orinar es
como si te arrancasen todo por dentro. Una vez un cliente que se contagió
en la boate, vino luego a buscar a la chica con la que había estado, la cogió
y le dio una paliza.
Gané mucho dinero trabajando allí. Pero, no compensaba porque era un
lugar muy peligroso. No era nada raro ver flotar a los cadáveres en el río. Y
allí nadie sabía de nada. Para mí fue una experiencia que no me gustó
demasiado, porque la vida en el garimpo es muy triste, a pesar de que puedes
ganar mucho dinero.
Me marché del garimpo y me fui para Porto Velho. Trabajé en otra
churrasquería, trabajé normal. Yo soy una persona alegre, que me gusta
mucho conversar. Conocí allí en la churrasquería a un chico que me ofreció
270 gramos de oro para trabajar en otro garimpo. Dejé mi trabajo y me fui
con ese hombre.
Cuando llegué al garimpo da prainha aquel hombre me dijo que yo no iba a
trabajar de cocinera, sino que iba a ser su mujer. No tenía elección. Tenía
que quedarme con él, dormir con él… Miraba para un lado: selva, miraba
para otro: el río. Aquello era selva virgen, si entrabas no te encontraban
jamás. Sólo selva y un océano de agua. Pensaba, meu Deus, qué es lo que he
venido a hacer aquí. Odiaba a aquel hombre. Me colocó un 38 milímetros
en la cabeza y me dijo que si yo miraba a cualquier otro hombre me volaría
los sesos. Estaba desesperada. Miraba para el Río Madeira y lloraba…
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