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TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

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El primer día fue un poco difícil. Después ya comencé a soltarme. Allí<br />

teníamos que pagar cuarenta euros <strong>de</strong> casa, y el primer pase era siempre<br />

para la casa. El resto <strong>de</strong> los pases eran para las chicas, pero te <strong>de</strong>scontaban<br />

cinco euros. El mínimo costaba allí cuarenta y dos euros. Vivíamos en el<br />

club y recuerdo que la comida era muy buena. Teníamos que entrar en el<br />

salón a las cinco <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> y estábamos allí hasta las cuatro <strong>de</strong> la<br />

madrugada. Durante toda la noche <strong>de</strong>bíamos permanecer <strong>de</strong> pie. Allí si te<br />

sentabas no trabajabas. Tanta mujer, <strong>de</strong> todos los sitios… Habría unas<br />

quince o veinte brasileras, el resto eran <strong>de</strong> todos los países, colombianas,<br />

rumanas, africanas, etc.<br />

Trabajé en ese club sólo quince días. El dueño <strong>de</strong>l “Miscelánea” nos<br />

llamaba continuamente. Decía que estaba sin mujeres, que nos necesitaba.<br />

Como mi amiga tampoco se estaba adaptando bien al club en Valencia,<br />

<strong>de</strong>cidimos regresar a Ferrol.<br />

Viajamos en autobús. Llegamos a Ferrol al mediodía. Y volvimos a trabajar<br />

en el “Miscelánea”. Yo ya estaba acostumbrada al ritmo <strong>de</strong>l club en<br />

Valencia, pero aún así, volví a trabajar bien en el “Miscelánea”. Estuvimos<br />

veinte días. Después nos marchamos para Riba<strong>de</strong>o. Una chica nos dijo que<br />

allí se trabajaba muy bien, y le pedimos plaza a Manolo, el dueño <strong>de</strong>l<br />

“Clangor”. En el “Clangor” trabajé muy muy bien. Fue el club junto con el<br />

“Rayo <strong>de</strong> Luna” don<strong>de</strong> más he trabajado. Cuando llegué allí había unas<br />

sesenta mujeres, la mayoría brasileras. Trabajé muy bien.<br />

En el “Clangor” conocí a un tipo muy legal. Era marinero, y tenía una<br />

amiga en el club que ya se había marchado. Tuve la suerte <strong>de</strong> que se fijase<br />

en mí. Empezó a invitarme a copas, a copas y a copas. El primer día que<br />

nos conocimos me pagó catorce copas y dos horas en la habitación. Estaba<br />

<strong>de</strong> vacaciones. Durante veinte días se gastó conmigo <strong>de</strong> cuatro mil a cinco<br />

mil euros. Fue muy cariñoso conmigo y quería algo serio. Me propuso que<br />

le acompañase a las Islas Canarias.<br />

En mayo <strong>de</strong> 2004 enfermé. Tuve una infección muy gran<strong>de</strong> en la garganta.<br />

Supongo que el clima también influyó. Estuve una semana casi sin po<strong>de</strong>r<br />

comer. Carlos, el marinero, fue quien me ayudó y me llevó al hospital en<br />

Burela. Me dieron unos medicamentos y al día siguiente regresé al<br />

“Clangor”. Pero, en vez <strong>de</strong> mejorar estaba empeorando. Entonces, llamé a<br />

Lino, un amigo <strong>de</strong> Puentes, y él vino a buscarme. Los dueños <strong>de</strong>l<br />

“Clangor” tuvieron incluso la audacia <strong>de</strong> cobrarme la diaria por los días en<br />

que estuve enferma y que no trabajé. Por eso nunca más he querido volver<br />

al “Clangor”. Manolo, el dueño, me vio temblando <strong>de</strong> fiebre en la<br />

habitación y no me hizo ni caso.<br />

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