TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

Con veintidós años tuve a mi hijo. Aquí fue cuando comenzó mi
sufrimiento. Fue un embarazo sorpresa. Yo no estaba mentalizada todavía.
En aquella época aún tenía la ilusión de volver a la Facultad… Reinaldo no
tenía ninguna estabilidad laboral. Ningún trabajo era lo suficientemente
bueno para él, y eso me desquiciaba. Yo me había casado para conseguir
una tranquilidad y no la tenía.
Luego Reinaldo se marchó a otra ciudad cerca de Sâo Paulo. Yo lo fui a
buscar y lo encontré de pura casualidad. Era increíble. Había alquilado una
casa en la favela. Sólo tenía cuatro paredes y el suelo era de tierra. Era como
el croquis de una casa. Le dije: - Reinaldo, ¿cómo vamos a vivir aquí? Y él:
- No, tranquila, tranquila, yo enseguida la termino. Y en apenas una semana
terminó de construir la casa.
Conocí a tanta gente loca en aquella favela. Allí las inquietudes religiosas
eran mucho más aguzadas. Había esotéricos, evangélicos, umbanda, etc. Allí
fue donde tuve mi primer contacto con el budismo. Fue mi hermana que me
trajo una revista sobre budismo. Pero, entonces no era todavía el momento
para que yo entendiese las cosas, mi cabeza estaba muy confusa y no estaba
preparada. Ironías, mi hermana hoy es adventista del séptimo día.
Entonces nosotros vivimos en aquella casa durante un año
aproximadamente. Después, nos mudamos otra vez para Sâo Paulo. Fuimos
a vivir a casa de una amiga, Sheila, que era vedette. Para mí Sheila era una
artista, aunque la verdad era más bien una prostituta de lujo. Y estaba
totalmente loca. Decía que era descendiente de Jesucristo y siempre estaba
haciendo rituales dentro de casa. Se levantaba a cualquier hora para rezar,
vestida toda de blanco, y me decía que yo tenía un mal espiritual. Yo no
sabía qué hacer.
Decidimos marcharnos de su casa y fuimos a vivir al barrio de Bellavista.
Alquilé un piso y entonces resultó que aquello era un “treme-treme” lleno de
prostitutas y de bandidos. La culpa fue toda mía porque alquilé el piso sin
verlo antes. Sólo pensaba en salir de la casa de aquella loca… Prefería vivir
allí en aquel edificio con las prostitutas y los drogados.
Cuando me di cuenta del sitio donde estaba viviendo empecé a sentir
miedo. ¡Dios mío! Sólo había drogadictos y traficantes. Pero, allí fue donde
conocí a una mujer que me propuso practicar el “namioho-renguekio”, que es
un mantra budista. Me dijo que me veía muy triste y que sólo el budismo
me podía proporcionar una paz interior. En ese primer momento Claudia
me pareció una persona fanática.
545