TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

Después de un año trabajando en la prostitución, mi transformación ya era
completa. Me hice tres aplicaciones más de silicona para mis pechos. Mi
madre se enteró y vino un día a visitarme. En ese momento ella ya había
aceptado mi opción de vida. Lo que menos le gustaba era que trabajase en
la prostitución. Ella me daba muchos consejos, sobre prevención de
enfermedades y esas cosas.
En esa época conocí a una persona y empecé una relación. A medida que
me implicaba más con esa persona, la relación con mi amiga se iba
deteriorando. Mi amiga me advertía que era peligroso, y que podría sufrir
desengaños. Pero, yo entonces estaba enamorada de aquel hombre. Él tenía
treinta y seis años, el doble de mi edad. Yo entendía los consejos de mi
amiga como ataques de celos.
Todas las travestis cuando están en la fase de la transformación tienen la
ilusión de que son mujeres. Eso era lo que me pasaba a mí en aquella
época. En mi mente no cabía la concepción de “travesti”, sino que yo me
consideraba una mujer.
Mi relación con ese hombre duró dos años y siete meses. Al cabo de un
tiempo descubrí que él mantenía otra relación con otra travesti. Mi amiga,
como era una persona con más experiencia, me alertaba de esos peligros.
Todo lo que me dijo, luego pasó. Pero, yo estaba muy enamorada y no tenía
control sobre la relación, no era consciente de lo que estaba pasando
conmigo. Un día mi amiga me dijo que tenía que escoger: o seguir viviendo
con ella y dejar a aquel hombre, o marcharme. Me fui a casa de mi madre.
Mi madre me dejó muy claro que yo podía quedarme, pero que no quería
hombres en casa. Era por los vecinos, por lo que la gente podía pensar. A
pesar de eso, mi novio venía a casa dos veces a la semana para estar juntos.
Él me decía que iba a dejar a la otra travesti y que nos iríamos a vivir
juntos. Eso nunca sucedía. La relación se fue enfriando y empecé a ver
claro que sólo me estaba usando, y ahí me di cuenta de que todo lo que me
había dicho mi amiga era verdad. Cuando me di cuenta de todo entré en
una gran depresión. Muchas travestis pasan por depresiones en su vida,
debido a las carencias afectivas.
Volví a trabajar en la calle. Trabajaba desde las ocho de la noche hasta la
madrugada. A mí me gustaba trabajar en la calle. Yo no veía la prostitución
como un simple intercambio de favores, sino que para mí era como una
auto-satisfacción. Trabajando en la calle me sentía libre e independiente.
En aquel tiempo yo seguía viviendo conviviendo con mi amiga. Era
imposible evitar nuestro encuentro, porque trabajábamos en la misma zona,
y eso era agobiante. Entonces, mi madre enfermó. Su enfermedad se fue
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