TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

ganaba bastante y también porque tenía miedo, tenía miedo de la policía, de
cualquier persona que entraba en el piso. Yo no tenía papeles y tenía miedo
todo el tiempo. Yo y una de las chicas íbamos al club “A Seara” y Silvia y
la otra chica trabajaban en “La Celestina”. De Karina no tengo nada malo
que decir, sólo cosas buenas. Es una persona especial, trata muy bien a las
chicas y en todo momento te da buenos consejos. Jamás tuve problemas
con ella. Estuve trabajando en “A Seara” de junio de 2004 a enero de 2005.
Me quedaba en el piso durante el día y salía para el club a las seis de la
tarde. Manolo, un amigo de Karina, nos venía a recoger y después nos traía
de madrugada. Es un señor mayor, muy buena persona. A nosotras no nos
cobraba nada, era Karina quien le pagaba mes a mes.
Los clientes del club eran muy buenos. Gente seria, que venían al club y
escogían a la chica. Allí no tienen ese rollo de cachondeo que hay en otros
clubes. Es también un ambiente tranquilo, no hay muchas chicas
trabajando, lo máximo ocho. El pase mínimo eran treinta euros. Allí no se
sube por menos de treinta euros. Allí conocí a Jacqueline, a Bárbara y a
otras chicas. La mayoría colombianas y unas pocas brasileras. Karina hizo
un contrato para Mikaela y le alquiló también un piso, y luego ella se
marchó, no pagó la seguridad social y no dio ni los buenos días. Son gente
mala, desagradecida.
A mí Bárbara me da mucha pena. Tiene muchos problemas con el alcohol y
con las drogas. Bebía mucho whisky y siempre estaba borracha. Ahora se
ha juntado con un gitano y no sé cómo va a acabar.
Lo peor del club eran los clientes podridos, aunque eso es algo que te
encuentras en todos los sitios aquí en España. No entiendo la falta de
higiene de este país y esos hombres que llegan todos cagados. Una vez
llegó un chico joven al club y cuando se quitó la ropa y le vi los
calzoncillos todos cagados, le dije: - ¿Qué pasa, chico, por qué viene todo
cagado? Y él me contestó que era porque venía de conducir el tractor. Yo
entonces le pregunté si es que para conducir el tractor era necesario cagarse
por los pantalones.
Mi marido gallego
En noviembre conocí a José. Era un buen cliente y una buena persona,
siempre me pagaba muchas copas y a veces salidas. Algunas noches
gastaba más de setecientos euros. Como me gustaba y era un hombre muy
comprensivo conmigo acabé enamorándome. Tenía mucho dinero, sacaba
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