TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

con un camionero. Cuando bajé me acerqué a una de las mesas y entonces
me llamó uno de aquellos chicos. Me preguntó si quería una copa. Le dije
que sí. Le pregunté si quería subir. Me dijo que se llamaba Kent y que era
americano, aunque su padre era de Viveiro. Kent es de New Jersey.
Aquella noche subimos a la habitación. Él se encantó conmigo y empezó a
venir todos los días al club. Charlábamos un montón. Me preguntaba que
porqué no iba a los Estados Unidos y me decía que yo podía quedarme en
su casa y que él me conseguiría un trabajo. Me decía que no tenía porqué
seguir en esa vida y que yo era muy guapa. Y Kent empezó a discutir con
los dueños del club, diciéndoles que no tenían porqué cobrarme nada por
estar allí.
Comencé a encariñarme con Kent. Y me fue convenciendo poco a poco con
la idea de ir a los Estados Unidos, aunque no sabía cómo iba a hacer. Me
dijo que yo tenía que volver a Brasil y que entonces él me vendría a buscar.
Kent estaba de vacaciones y ya se marchaba para América. Antes de
marcharse, me dio ochocientos dólares para que me fuese del club.
Kent se marchó un domingo. Al lunes siguiente, después de trabajar,
decidimos escaparnos. A las ocho de la mañana allí todo el mundo estaba
durmiendo. Nos escapamos yo y mi amiga Luana. Bajamos las escaleras
con mucho sigilo…
Nos fuimos para otro club, para “La Celestina”. Nos llevó un amigo que
nos vino a buscar. En “La Celestina” sólo estuve veinte días. Durante ese
tiempo saqué mil doscientos euros. Allí descontaban sólo seis euros por
pase y teníamos que pagar una diaria de ocho euros.
Cuando llamaba por teléfono a mi país, mi madre me contaba que Alex
estaba quitándome todo el dinero de la cuenta en el banco y que sólo
compraba armas. Alex era un fanático de las armas, por eso era vigilante de
seguridad. Entonces, llamé por teléfono a Alex y él me dijo que todo era
mentira. Pero, después me confesó que sí, que se había gastado todo el
dinero.
Me arrepentí enseguida de haberme marchado del “Clangor” porque allí la
comida era buena y había calefacción, estaba bien. Sin embargo, en “La
Celestina” la calefacción era muy flaca, hacía un frío horrible y también
tenían muchas colombianas. La vieja era mala, armaba confusión con
cualquier cosa. Y yo ya no tengo paciencia, para viejas ya tengo bastante
con mi suegra.
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