TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

Bajé las escaleras corriendo y mi primer impulso fue tirarme debajo de un
coche. Valcelaine, mi amiga de toda la vida, que me acompañó al médico
con mi madre, fue quien me agarró e impidió que aquel día me matase. Yo
lloraba en la calle. No entendía nada. Recuerdo perfectamente, como si
fuese hoy, que en ese momento se me acercó una chica muy bonita y me
preguntó que porqué estaba llorando. Me dijo así: - ¿Por qué estás
llorando? No llores, no llores, que Jesús te ama. Aunque parezca una
tontería, en ese momento fue para mí un gran alivio.
Yo no sabía nada de la enfermedad. Ni de las prevenciones o medicinas
que tenía que tomar. Todo se complicaba aún más a causa de mi embarazo.
Cuando se lo conté a Carlos, él fue capaz de negarlo todo en mi cara. Su
madre lo sabía todo. Eso no se lo perdonaré nunca. Carlos me dijo que él
no iba a hacer ningún examen.
En aquellos días también descubrí que Carlos estaba saliendo con otra
mujer. Yo estaba de seis meses. Decidí no volver a hablar con su madre.
Me parecía absurdo. Comencé a distanciarme de él. Carlos ya llevaba unos
cinco meses con aquella mujer, que se llamaba Jessica. Yo, mientras,
comencé a tomar AZT. Una pastilla cada doce horas. También fui al
psicólogo. Las consultas con la psicóloga me aliviaron mucho. Ella fue
quien me explicó que no tenía porqué morir, que ella conocía personas que
llevaban más de diez años con la enfermedad, y que no es lo mismo ser
portadora del virus que tener ya la enfermedad, y que si tomaba
adecuadamente los medicamentos podría vivir diez o veinte años más.
Cuando fui al hospital para ver a Carlos pude darme cuenta de cómo las
personas que estaban allí me miraban con cara de pena. Allí fue donde
conocí a la otra mujer. Fuimos a una lanchonete a charlar. Le conté todo. Y
ella me dijo que no sabía nada. Todo al revés. Ella tenía ya tres hijos. Sentí
tanta rabia…
- ¿Usted no sabía que fue él quien me pasó el sida?
- ¿Cómo?
- Pregúntele a él
Estuvimos más de una hora allí en la lanchonete conversando. Me decía que
no podía creérselo. Yo sólo sentía odio. Él me arrebató mi salud, mi vida.
Lo primero que tenía que hacer era recuperar el coche. Y la vieja había ido
con la Jessica a nuestro apartamento a llevarse todas las cosas. Aquella
vieja maldita me robó todo lo que tenía. Yo me dije que eso no iba a quedar
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