TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

vino a buscar en su coche. Sólo íbamos para descansar. Ellas pusieron
anuncio y todo, pero yo en toda una semana sólo me hice un pase. Incluso
colocamos anuncios con fotos en internet. Pero, no funcionaba. Los clientes
llamaban por teléfono, pero no venían al piso.
Entonces, me fui con mi amiga para La Coruña. Ella fue quien marcó la
plaza. Cuando llegué me encontré con que todo el mundo era brasilero,
cada uno de una ciudad. Allí fue donde conocí a mi novio, que es el dueño
del piso. Yo comencé a trabajar y enseguida intercambiamos miradas. Me
enamoré rápidamente. Cuando llegó la primera vez no sabía que él era el
dueño del piso. Tampoco sabía que era marroquí. Me dijo: - Eres muy
guapa y tienes un buen culo. Luego, un día salimos de fiesta. Comenzamos
a tomar cerveza en casa y después salimos. Él es una persona maravillosa,
te ayuda en todo lo posible. A pesar de que los marroquíes tienen muy mala
fama, él es muy buena persona. Esa misma noche fue cuando ya
empezamos a namorar. Fuimos a un pub y la gente quedó encantada al
verme bailar. Más tarde, me hicieron una oferta para trabajar allí en ese pub
de bailarina.
Me quedé en Coruña trabajando directo en el piso unos tres meses. En el
piso había chicos, chicas y travestis. Los pases eran a cuarenta euros veinte
minutos; sesenta euros media hora; y cien euros una hora. Después, a causa
de la concorrência bajaron los precios. También era el porcentaje del
cincuenta por ciento. Al principio, trabajé bien. Después, ya bajó un poco.
Y la cafetina me presionaba mucho para que le pagase lo que le debía.
Murat me ayudaba con el billete. La cafetina sólo quería quinientos euros
por semana. No me gusta depender de nadie, y algunas personas
comentaban que yo sólo estaba con él por dinero. Pero, no era cierto.
Decidí marcharme de Coruña a causa de la cafetina, que me llamaba a todas
horas. La cafetina me pidió que fuese a trabajar a un piso en Oviedo, que era
de una amiga suya. Al principio me exigía mucho, pero le dije que si no me
trataba civilizadamente no iba a ningún sitio. Y así fue como marché para
Oviedo.
El piso de Oviedo estaba en el centro de la ciudad. La dueña era una
transexual colombiana, y había unas diez chicas: brasileras, colombianas,
venezolanas y una africana. Me quedé allí una semana. No conseguía
trabajar bien. Hice mucha amistad con una brasilera. Con las colombianas
no. Las colombianas me parecían muy falsas y eran las más protegidas en
el piso, tal vez porque la dueña era del mismo país.
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