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TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

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El piso está muy bien. Éramos dos colombianas y una brasilera.<br />

Dormíamos las tres en la misma habitación. Lo pasamos bien juntas.<br />

Podíamos ver televisión hasta la hora que quisiéramos. Había también una<br />

encargada colombiana. Nosotras comprábamos la comida, casi siempre en<br />

“El Corte Inglés” porque quedaba muy cerca, y la encargada nos hacía la<br />

cocina. Nos hacía sancochos y comida colombiana <strong>de</strong> toda clase. Si te veían<br />

con cara <strong>de</strong> dormida cuando ibas a pasar, la encargada o la jefa cuando<br />

estaba, te <strong>de</strong>cían: - Vuélvase y no vuelva a pasar. Luego, a<strong>de</strong>más, la jefa le<br />

preguntaba siempre a los clientes: - ¿Qué tal la chica?<br />

Allí a los veintiún días exactos lo están quitando a uno. No le <strong>de</strong>jan a uno<br />

permanecer allá más tiempo. Allí en Vitoria no pue<strong>de</strong>s pasar con botas ni<br />

con vaqueros. La dueña <strong>de</strong>l piso dice que las botas son propias <strong>de</strong> chicas <strong>de</strong><br />

club. Y es verdad.<br />

Con las compañeras me fue muy bien. Nos ayudábamos mucho. Con una<br />

todavía hablo por teléfono con frecuencia.<br />

También me hice una plaza en Girona. Eso fue como en noviembre <strong>de</strong><br />

2002. La chica que conocí en Vitoria me dio el teléfono <strong>de</strong> la casa y me<br />

dijo que allá se trabajaba muy bien. Y me fui para Girona. Pero, allí sólo<br />

estuve quince días. La dueña <strong>de</strong>l piso estaba medio loca. Pero, no sólo eso,<br />

sino que cuando yo entré en un saloncito pequeñito había como un<br />

camarote, y conmigo éramos seis chicas. Y todas dormíamos allí, algunas<br />

incluso en el suelo. Casi me muero. Me dolía toda la espalda, te lo juro. La<br />

maleta no podías tenerla en la habitación, tenías que llevarla a un rincón en<br />

el patio. Y en la cocina no se podía cocinar, tenías que cocinar en un<br />

hornillo que quedaba por allá don<strong>de</strong> la lavadora. Había un solo cuarto <strong>de</strong><br />

baño y pequeñito pequeñito.<br />

Se trabajaba las veinticuatro horas. Sólo podías salir una hora durante la<br />

mañana. Y la dueña llamaba por las noches para preguntar que quién había<br />

salido durante el día. Era muy rara aquella mujer, y te echaba a la mínima.<br />

A<strong>de</strong>más, es una mujer que <strong>de</strong>nigra muchísimo a la mujer que está<br />

trabajando en esto. Cuando yo estuve allá éramos una dominicana, tres<br />

colombianas conmigo, y dos brasileras, aunque a una <strong>de</strong> las brasileras la<br />

echó antes <strong>de</strong> que yo me regresase.<br />

Allí lo más raro es que la casa está llena <strong>de</strong> espejos, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que entras hasta<br />

en las habitaciones. Cuando se fue la brasilera yo empecé a dormir con la<br />

otra brasilera, y lo más gracioso es que ella era lesbiana. Pero, no me<br />

molestó para nada. Aunque, a veces se me metía en la ducha y me <strong>de</strong>cía: -<br />

Déjame verte el tatuaje. Y yo se lo enseñaba… Yo le dije <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer<br />

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