TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

También me despedí del italiano del restaurante. Todavía lo veía de vez en
cuando. El día antes de viajar llamé a Pietro para despedirme. Le dije que si
me pedía que me quedase, yo me quedaba en Suiza. Pero, él me contestó
que no podía pedirme eso. Me pareció fatal. Nos despedimos. No quiso
acompañarme al aeropuerto. Me dijo que era mejor así para los dos. Me
envió un mensaje al móvil donde me explicaba todo esto. Me sentí tan
triste…
La noche anterior salí para despedirme de mis amigas y también de Carlos,
el dominicano. Mis amigas me decían que no hiciese caso, que no me
marchase y que en Brasil no iba a tener condiciones. Pero, yo no quería
enfrentarme con mi hermana. Y así me fui el 28 de febrero de 2004.
Regreso a Brasil
Hice un viaje tranquilo. Volví para casa de mi marido. Mi madre me
aconsejó que tuviese cuidado, que utilizase siempre el preservativo y que
no fuese otra vez a quedarme embarazada. Él se portó bien durante el
primer mes. Pero, volvieron los celos y comenzó enseguida todo de nuevo.
Para mí era la última oportunidad para él. Lo hacía sólo por mis hijos. La
verdad, ya no me sentía enamorada de mi marido. Sentía la falta de Pietro.
Sentía deseos de volver a Suiza.
Pasé ocho meses en Brasil. Estuve tres meses viviendo con Luciano.
Después me fui para la casa de mi madre, que ahora vivía en una pequeña
ciudad del Estado de Maranhâo. Cuando regresé mi marido estaba
trabajando de moto-taxi. Seguía con la misma vida, siempre en la calle con
sus amigos. Apenas teníamos comunicación entre nosotros. Yo sólo
pensaba en volver y en juntar el suficiente dinero para comprar el billete.
Al final, le pedí a Francesco el dinero para el pasaje. Lo llamé por teléfono
y él me envió quinientos francos. Francesco también deseaba que yo
regresase a Suiza. Pero, tenía que esperar al menos unos seis meses para
poder regresar. Me arrepentí mucho de haber viajado a Brasil. No supe
escuchar los consejos de mis amigas, y si me hubiese quedado en Suiza
trabajando en la prostitución todo hubiese sido mucho mejor.
Me enteré de que mi marido estaba con otra mujer. Pasaba los fines de
semana con ella. Nos peleamos. Le dije que no era justo. “No me molestes”
fue lo que me contestó. Le pedí dinero. Me dijo que no tenía. Luciano tenía
cien reales, pero sólo quería darnos a mí y a mis hijos veinte reales. Me
empujó. Lo empujé. Le grité que yo no necesitaba estar más tiempo en
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