TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

A mí no me gustaba llevar pantalones ni camisas con manga larga. Y
siempre me gustó mirar la televisión. Mi abuela se desesperaba conmigo.
Me gritaba todo el tiempo: - ¡Esa ropa no es de hombre!
Nunca me fijé en las chicas. Para mi religión la homosexualidad es una
cosa que no es de Dios, es una cosa del diablo. Para ellos si eres
homosexual o travesti estás enferma o poseída por el demonio.
La transformación
Comencé a comprarme ropa ajustada, y mi familia se escandalizó. Aunque
ellos, la verdad, ya lo sabían. Yo nunca salía con chicas y no tenía novia.
A los dieciocho años empecé a tomar hormonas. Nunca tuve cuerpo de
hombre. Siempre fui menuda, delgada y con las piernas muy femeninas.
También me lo decía mi abuela: - ¡Ah, tienes un cuerpo de mujer! Yo tenía
dieciocho años y mi familia nunca me había visto con una chica. ¿Qué
crees que pensaban? Lo que pasa es que la familia no dice nada. Todos se
quedan callados.
Después me marché para Sâo Paulo. Fue mi perdición. La primera vez fui
con mi abuela. Cuando fui a los servicios públicos vi a los hombres
mirándose los unos a los otros y haciéndose pajas. Yo dije, bueno. La
segunda vez que fui a Sâo Paulo decidí ir en busca de trabajo. No era justo
que me mantuviese a costa de mi abuela. Tenía que trabajar. Pero, no
encontré nada. Si no tienes estudios ni carimbos en la cartilla laboral es muy
difícil.
Empecé a frecuentar los baños públicos. Conocí gente. Salí con hombres. Y
fue mi perdición. Quedábamos en un parque… Nunca había imaginado
esas cosas. Comencé a conocer todos los lugares de ambiente, donde
frecuentaban los homosexuales, bares, discotecas, etc. Yo vivía con mi tía y
ella tenía un puesto en el mercado en la calle. Vendía muchas mercancías y
yo le ayudaba durante el día. A veces le decía: - Tía, voy a salir. Y hacía
mis escapadas. Sólo estuve viviendo con ella durante los cuatro primeros
meses. Mi tía vivía con su marido y sus dos hijos.
Después me marché para vivir sola. Fue cuando encontré un trabajo. Era de
camarera en una discoteca de gente gay. Entraba a las once de la noche y
salía a las seis de la mañana. Trabajaba los jueves, viernes, sábados y
domingos. Ahí fue donde comenzó mi verdadera transformación para
convertirme en una mujer.
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