TESIS DOCTORAL - Instituto de Migraciones

Al lunes siguiente regresé a la Avenida Indianópolis. El movimiento estaba
flaco. Me quedé desde las once de la mañana hasta las nueve de la noche.
Luego, me fui para la Rua Augusta y probé a trabajar allí.
En una sauna de la Rua Augusta conocí a un camarero que se llamaba
Ricardo. Comencé a trabajar allí y empecé a salir con él. En esa época mi
padre estaba muy enfermo. Ricardo me ayudó mucho, siempre me
acompañaba al hospital y luego, cuando mi padre falleció, me acompañó
también en el velório.
Durante el entierro de mi padre no solté ni una lágrima. La vida me estaba
endureciendo. En esa fase no me comporté bien con mi familia, estaba muy
distanciada de ellos. Yo quería contarles que estaba trabajando en la
prostitución, pero Ricardo me aconsejaba que no lo hiciese. El mismo día
del entierro de mi padre discutí con mi familia. Fue muy fuerte. Yo estaba
revoltada.
La rutina me mata
Como no estaba ganando en la sauna ni en la Avenida Indianópolis, decidí
marcharme y probar suerte en otro sitio. Entonces, me fui a Rio de Janeiro
a trabajar a un club. Una amiga que trabajaba en la sauna me indicó el club.
El encargado del “Bocanegra” me explicó las reglas: el trabajo comenzaba
a las once de la noche y cerraba a las ocho de la mañana; había que ir
siempre bien maquillada y usar ropa muy sexi, preferentemente bikini. En
el club también había muchos espectáculos: transformistas, sexo en vivo,
etc. Las salidas eran de una hora y costaban doscientos cincuenta reales.
Trabajábamos allí cincuenta chicas. También llevábamos un porcentaje en
las copas. Las chicas teníamos que comprar los preservativos aparte. A mí
me gustaba mucho ese sitio por los espectáculos que tenía, cuando venían
los transformistas y hacían teatro… Era algo muy creativo. Me quedé
solamente un mes. Me pareció que no estaba ganando suficiente. Ese es mi
problema, que no tengo paciencia. Y siempre me parece que no estoy
ganando bastante dinero.
Allí me indicaron otro sitio para trabajar. Era una danzetería, para bailar en
el interior de una vitrina. Las chicas que trabajaban allí se llamaban las
“gatas molhadas”. Era porque caía agua en los vidrios, pero las chicas no se
mojan…
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