La-revision-revisada-the-revision-revised-dean-burgon

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y
(como antes) por Eusebio, 303 —y por Ambrosio, 304 — por
Crisóstomo, 305 — y por Cirilo, 306 — y por Agustin. 307
(12.) Las mismas expresiones se sugieren a sí mismas en un
estudio de la evidencia de San Lucas 24:40:—“Y Y cuando hubo
hablado esto, Él les mostró Sus manos y Sus pies.” Las palabras se
hallan en 18 unciales (comenzando con A y B), y en cada cursivo
conocido: En el latín,
308 — el Siríaco, — el Egipcio, — en suma,
en todas las Versiones antiguas. Además de esto, se encuentra en
las prosas de Justiniano, 309 — Eusebio, 310 —Atanasio, 311 —
Ambrosio (en Griego), 312 —Epifanio, 313 —Crisóstomo,
314 —
Cirilo, 315 —Teodoreto , 316 —
Amonio 317 y Juan Damasceno 318 —las cita. ¿Qué si no la
verdadera trivialidad es esta,
de cara a tal cantidad de
evidencia en contra, de traer al frente el hecho que el códice D y
5 copias del antiguo Latín, con el Siríaco de CURETON (del
cual ya hemos visto la mala calidad y el carácter 319 ), omiten las
palabras en cuestión?
La previa enumeración de casos de Mutilación puede ser
alargada hasta casi cualquier extensión. Tomemos tres otros
ejemplos más breves pero sorprendentes,
antes de seguir
adelante con otra cosa: —
(a) Consecuentemente, el precioso verso (San Mateo17:21) el
cual declara que “Este género [de espíritu maligno] no puede ser
expulsado sino con oración y ayuno. “es eliminado por nuestros
Revisionistas; aunque esté avalado por cada uncial excepto por
dos (B ), es avalado por cada cursivo conocido excepto por uno
(Evan. 33); es testificado por el Antiguo Latín y por la
Vulgata,— por las versiones Siriaca, Copto,
Armenio,
Georgiano, Etíope, y Eslava ; por Orígenes, 320 —Atanasio,
321 —
Basilio, 322 —Crisóstomo,
323 — las Obras Imperfectas., 324 —el
Siríaco de Clemente 325 — y Juan Damasceno; 326 — dado por
Tertuliano, Ambrosio, Hilario, Juvencio y por la Versión
Siriaca del Canon de Eusebio: y más que todo por el Oriente
Universal, — habiendo sido leído en todas las Iglesias de la
Cristiandad Oriental en el décimo Domingo después de
Pentecostés, desde el periodo más antiguo. ¿Por qué, ¡por Dios!,