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contratiempo. Esta es una de las consecuencias más potentes de la

gestión visual. Los números por sí solos no son suficientes para

motivar a las personas. Sin objetivos, los números son letra muerta.

Yuzuru Itoh, antiguo director del centro de control de calidad en la

compañía Matsushita Electric, realizó las siguientes observaciones

(citadas en mi libro, Kaizen: la clave de la ventaja competitiva

japonesa, pp. 64-65 en su versión inglesa) sobre la capacidad de los

objetivos para motivar a las personas:

Una de las experiencias más interesantes que tuve ocurrió con un grupo de

soldadores, en una fábrica de televisores. De media, cada uno de nuestros

soldadores soldaba 10 puntos por producto trabajado, en 400 productos

trabajados al día, hasta un total diario de 4.000 conexiones soldadas.

Suponiendo que un soldador trabaja 20 días al mes, eso suma 80.000

conexiones soldadas al mes. Un televisor en color requiere aproximadamente

unas 1.000 conexiones soldadas. Por supuesto, hoy en día, la mayor parte de las

soldaduras se hace automáticamente, y se exige a los soldadores que mantengan

un porcentaje de fallos muy reducido, de no más de un error para cada 500.000-

1.000.000 de conexiones.

Los que visitan nuestra fábrica se suelen sorprender bastante al ver que nuestros

trabajadores realizan ese cometido tan monótono sin ningún fallo grave. Pero

pensemos en alguna de las demás cosas monótonas que hacemos los humanos,

como caminar, por ejemplo. Caminamos prácticamente a lo largo de casi toda

nuestra vida, y repetimos los movimientos una y otra vez. Es un movimiento

sumamente monótono, pero hay personas, como los atletas olímpicos, que se

dedican intensamente a caminar más rápido que cualquier otro ser humano lo

haya podido hacer antes. Esto es parecido a cómo enfocamos el control de

calidad en nuestra fábrica.

Algunos trabajos pueden ser muy monótonos, pero si conseguimos infundir a

nuestros trabajadores un sentimiento de misión a realizar, o les damos un

objetivo hacia el cual deben esforzarse, podremos mantener su interés, incluso

en una labor repetitiva y monótona.

El objetivo de mejora definitivo son las políticas de la alta

dirección. Una de las funciones de la alta dirección consiste en

establecer políticas a medio y largo plazo, así como políticas anuales,

y mostrarlas visualmente a los empleados. A menudo se exhiben estas

políticas en la entrada de la fábrica y en el comedor, además de

exponerlas en el gemba. A medida que estas políticas se van

desgajando en los subsiguientes niveles directivos, hasta alcanzar

finalmente el taller o la fábrica, todos entenderán por qué es necesario

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