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señora de mantenimiento para que estuviera más atenta, entonces ella

podría haberse dado cuenta de la situación, podría haber metido la

mano dentro del agua y haberse percatado por sí misma de que estaba

demasiado caliente”.

“La información que obtienes directamente del gemba —le dije a mi

amigo— es la más fiable. La sensación de agua caliente que sientes en

la mano es la realidad. ¡A menudo ni siquiera necesitas contrastar

datos cuando estás dentro del gemba porque lo que sientes y ves son

los datos de origen! La gente que está en el gemba debe ser

responsable de la calidad porque está constantemente en contacto con

la realidad. ¡Está mejor equipada para mantener la calidad que la

persona que se encuentra dentro de la sala de control!”

El Dr. Kaoru Ishikawa, uno de los gurús de la gestión de calidad en

Japón, solía decir: “¡Cuando veas datos, duda de ellos…! ¡Cuando veas

medidas, ponlas en duda!” Él sabía que muchos datos se recogen en la

empresa con la finalidad de dar gusto al jefe y que los instrumentos

realizan o graban muchas medidas de manera incorrecta, con errores.

En el mejor de los casos, las medidas solo son información de tipo

secundario, que no siempre reflejan las condiciones reales.

Muchos directores occidentales prefieren no visitar el gemba.

Incluso puede ocurrir que estén orgullosos de no ir sobre el terreno y

no saber mucho sobre ese lugar. Hace poco, al oír al presidente de una

compañía decirme que nunca visitaba su fábrica, le sugerí que lo

hiciera de vez en cuando. Me contestó: “Soy ingeniero de formación y

sé leer e interpretar los datos. Así que puedo tomar la decisión

correcta basándome en ellos. ¿Para qué necesito ir a la fábrica?”

En otra planta que visité me dijeron que cada vez que venían de

visita los peces gordos procedentes de la sede central, los directivos

locales de más categoría tenían que permanecer horas y horas en la

sala de reuniones contestando a preguntas estúpidas planteadas por

directivos que no comprendían lo que ocurría en el gemba y que a

menudo dejaban tras su paso instrucciones inapropiadas o

directamente molestas. “Estaríamos mucho más a gusto sin esas

reuniones”, me dijeron los directores de la fábrica.

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