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dijo: “Porque llevo buscándole hora y media, a 6 libras la hora. Y no he

terminado mi trabajo”. Esto fue lo que nos incentivó a capacitar a los

equipos.

Una iniciativa que se llamó efectividad de sistemas abordaba este tema de

claridad de los procesos. De nuevo, el objetivo no tenía nada que ver con reducir

costes, sino que apuntaba a una mejora de la calidad. Primero pusimos en

práctica una autoevaluación, diseñada para mejorar la implicación. Durante

cinco días, grupos de trabajadores elaboraban diarios personales para describir

cuanto hacían. Los participantes y sus compañeros analizaron los datos y

diferenciaron las actividades que agregaban valor de aquellas que eran

consecuencia de alguna irregularidad en otras partes del sistema. Todos

disfrutaron con la novedad de la autoevaluación y el desafío del análisis.

Nuestras expectativas con este ejercicio eran modestas. Queríamos una

burocracia más transparente. Queríamos retar al sistema establecido.

Obtuvimos eso y más. Un 30 % del trabajo burocrático desapareció de las

operaciones, además de una amplia variedad de reuniones, agendas, minutas,

informes y papeleo de todo tipo, que simplemente abarrotaba nuestra vida

diaria y apenas agregaba ningún valor. En síntesis, otro ejemplo, casi

inadvertido, de reducción de costes a una escala muy sustanciosa.

Al principio, los objetivos eran mejorar la percepción de “propiedad”, la

simplicidad de los sistemas, la claridad y disponibilidad de información, una

mayor satisfacción del cliente… Pero el análisis final mostró un ahorro anual

de 1 millón de libras sobre el coste habitual por desempeño de calidad: una

asombrosa reducción del 83 %.

2. CAMBIAR LA CULTURA

Dice un proverbio japonés que una estatua de Buda no será nada si

aquel que la esculpe no pone su alma en ello. Aun después de

introducir en Leyland los aspectos “hardware” de unidades de

negocios, niveles de jerarquización y efectividad de sistemas, la

dirección advirtió que estas medidas no bastaban para llevar a la

compañía al punto deseado. Se requería un esfuerzo adicional para

implicar a los empleados. Oliver describe lo que se denominó, de

forma colectiva, proyecto “Tender puentes”:

Pequeños grupos de interés, con representantes de distintas funciones y niveles,

abordaron algunas de las cuestiones más antiguas y fastidiosas. Se hicieron

visitas internacionales a competidores clave, que pusieron de manifiesto las

prácticas de trabajo representativas del mercado.

Todo esto ocurría mientras se llevaban a cabo las actividades antes

mencionadas. Además, un pequeño experimento de puesta en marcha de células

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