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las empresas intentan “gestionar resultados”. Por eso dedican mucho

tiempo a mirar hacia atrás. Dividieron el negocio en seis corrientes de

valor, donde cada una de estas corrientes representaba a una familia

de productos y un director estaba al frente de cada una de ellas.

Byrne y su personal se reunían con los directores de las corrientes

de valor todas las semanas y cada uno presentaba sus informes de

progresos, que contenían esas cinco categorías de mediciones claves.

Se ponía el acento en mantener la atención sobre los temas de

inmediato interés para las tareas a realizar de cara al futuro: insistir

sobre el pasado se consideraba una pérdida de tiempo. De hecho, la

sala de reuniones estaba presidida por un gran reloj digital y cada

presentación debía realizarse en menos de diez minutos.

Estos son los cinco criterios medibles que utilizaban:

— Nivel de servicio al cliente. Se trata del porcentaje de entregas en

plazo, basado en el tiempo que transcurre entre el momento en que

se recibe un pedido y su entrega al cliente. Para los pedidos de

artículos con existencias en almacén, el plazo a cumplir era de 24

horas. Para los pedidos hechos a medida, la base del cálculo es el

plazo que el cliente aceptó cuando presentó su pedido. Si un pedido

debe enviarse pasando por un almacén central, el director de esa

corriente de valor es el responsable del servicio al cliente, hasta el

momento de la entrega final a ese cliente.

— Productividad. Byrne prefiere emplear el número de unidades

producidas por hora laboral (es decir, por hora y trabajador), pero

como hay una gama muy extensa de productos distintos en

Wiremold, esta medida no resultaba práctica, así que, en su lugar,

se utilizó como medida el número de productos vendidos por

empleado. El objetivo a alcanzar era ambicioso y agresivo: se

esperaba que cada director de corriente de valor experimentara

una mejora del 20 % anual.

— Calidad. Se definieron con precisión los artículos defectuosos y los

fallos en toda la compañía y, aquí también, el objetivo a alcanzar

era ambicioso y agresivo: reducir el número de fallos y artículos

defectuosos en un 50 % anual. La estrategia consistía en estar

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