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Libro de Actas final_2

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GT 23 GRUPO DE SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO Y DE LA CIENCIA Y TECNOLOGÍA<br />

El po<strong>de</strong>r que todo lo pue<strong>de</strong>, el po<strong>de</strong>r que se ejerce y pa<strong>de</strong>ce, por lo <strong>de</strong>más, tendría incluso la capacidad <strong>de</strong> poner fin a casi<br />

cualquier tipo <strong>de</strong> discusión o enfrentamiento. Así, según nos enseñan algunas <strong>de</strong> nuestras más célebres obras literarias, la<br />

cuestión primordial en ocasiones no es qué significan objetivamente las palabras sino quién tiene realmente el po<strong>de</strong>r en<br />

una sociedad (Carroll, 2001: 122-123). Aplicado a la forma <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r el pasado <strong>de</strong> una colectividad, esto conlleva que<br />

la verdad <strong>de</strong> la historia <strong>de</strong> lo ocurrido se correspon<strong>de</strong> con frecuencia con la narración que, tras el combate, los vencedores<br />

escriben e imponen sobre los vencidos (Benjamin, 1987: 175-191). Las luchas más encarnizadas, se nos señala, no se<br />

generarían sobre los usos sociales <strong>de</strong> la verdad, sean éstos buenos o malos, justos o abusivos, sino en torno a la verdad<br />

en sí misma y a cómo se <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> en cada contexto qué conjunto <strong>de</strong> reglas tendrán la autoridad suficiente para discriminar<br />

lo cierto <strong>de</strong> lo falso, lo racional <strong>de</strong> lo irracional y lo significativo <strong>de</strong> lo irrelevante (Nietzsche, 1998; Foucault, 1992: 188;<br />

Elías, 1994).<br />

Se entien<strong>de</strong> fácilmente, por ello, que los gobiernos <strong>de</strong> los países más industrializados discutan y <strong>de</strong>cidan sobre política<br />

científica (y tecnológica) casi <strong>de</strong>l mismo modo que lo harían sobre política social, educativa, industrial o económica. El<br />

hecho como tal no es nuevo en términos históricos, sin duda, pero sí adquiere una nueva dimensión en especial tras la<br />

II Guerra Mundial (Bush, 1999). Son estas relaciones entre la ciencia y el po<strong>de</strong>r, justamente, las que han contribuido a<br />

que las tradicionales narrativas <strong>de</strong> la revelación hayan sido progresivamente <strong>de</strong>splazadas por las mo<strong>de</strong>rnas narrativas <strong>de</strong><br />

la conducción, la fabricación, el <strong>de</strong>sarrollo y el aprovechamiento (Albornoz, 2007; Mitcham y Briggle, 2007). Habrá<br />

<strong>de</strong> convenirse, por consiguiente, que la verdad no es <strong>de</strong>svelada (en la naturaleza) sino producida (por la sociedad) y<br />

que, más concretamente, productos físicos tales como los alimentos transgénicos, como sostendremos, no son ni <strong>de</strong>ben<br />

concebirse in<strong>de</strong>pendientes <strong>de</strong> la cognición humana, el or<strong>de</strong>n social imperante y la consiguiente distribución <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r y<br />

el conocimiento.<br />

3. Conocimiento científico y po<strong>de</strong>r social, político y económico<br />

La cuestión es ahora esclarecer qué implicaciones podrían tener tales enfoques, críticos pero genéricos, para el caso<br />

sin duda especial <strong>de</strong> los discursos y las prácticas científicas contemporáneas. Las controversias científicas, en efecto,<br />

expresan disputas entre diversos sujetos individuales y colectivos por la interpretación pública <strong>de</strong> la auténtica realidad<br />

<strong>de</strong> las cosas. Según el lenguaje constructivista, cabría <strong>de</strong>cir que la ‘verdad científica’ es el resultado, que no la causa,<br />

<strong>de</strong> un férreo envite <strong>de</strong> luchas <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r. El ‘campo científico’, por en<strong>de</strong>, traduciría una competición por los beneficios<br />

específicos <strong>de</strong> este campo, es <strong>de</strong>cir, una pugna conducida por la búsqueda <strong>de</strong> unos intereses no reducibles sólo a los<br />

intereses económicos. Estos intereses específicos, por ejemplo, serían los premios a la investigación, la prioridad en los<br />

<strong>de</strong>scubrimientos y el prestigio personal, profesional y social. Éstos, precisamente, como bien se ha sabido constatar, serían<br />

percibidos socialmente como unas prácticas no interesadas, esto es, como unas prácticas <strong>de</strong>finidas más bien por el clásico<br />

imperativo normativo <strong>de</strong>l ‘interés por el <strong>de</strong>sinterés’ (Bourdieu, 1999: 84-90).<br />

Este campo científico podría enten<strong>de</strong>rse como un ‘campo magnético’ y también como un ‘campo <strong>de</strong> batalla’. Los<br />

científicos actuales compiten por recibir subvenciones (públicas y privadas), pero igualmente por conquistar y sentir<br />

reconocido cierto prestigio académico y social. Esta autoridad sería <strong>de</strong>finida tanto en virtud <strong>de</strong>l reconocimiento <strong>de</strong> la<br />

capacidad científica como en relación con el po<strong>de</strong>r social a ella asociado. El campo científico, por tanto, sería el espacio<br />

<strong>de</strong> una lucha <strong>de</strong> apuestas personales, profesionales y sociales don<strong>de</strong> la cuestión clave en juego es el monopolio <strong>de</strong> la<br />

autoridad científica. Sólo quienes dispusieran <strong>de</strong> dicha autoridad, justamente, podrían dictaminar qué es lo racional (y<br />

lo irracional), qué <strong>de</strong>be (o no) publicarse en las revistas <strong>de</strong> mayor prestigio o qué programas <strong>de</strong> investigación <strong>de</strong>ben<br />

<strong>de</strong>sarrollarse (o abandonarse) (Bourdieu, 2003).<br />

Cabe advertir entonces, como <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la sociología <strong>de</strong>l conocimiento científico ya se ha indicado, que la distribución social<br />

<strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r traduce y expresa una distribución social <strong>de</strong>l conocimiento (Barnes, 1977 y 1990; Barnes y MacKenzie, 1979).<br />

Las acciones <strong>de</strong> los expertos, en coherencia, también podrían enten<strong>de</strong>rse como luchas <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r por el reconocimiento<br />

<strong>de</strong> sus representaciones. Así, la lucha que usualmente se establece en una controversia científica, entre quienes abogan<br />

por unas i<strong>de</strong>as y quienes las cuestionan, podría concebirse como una lucha por el crédito y la credibilidad. La ciencia,<br />

como <strong>de</strong>cimos, no <strong>de</strong>scubriría una realidad sólida y preexistente, sino que sería una práctica social orientada a su abierta,<br />

contingente y controvertida i<strong>de</strong>ación, representación y comunicación. Con lo cual, parece evi<strong>de</strong>nte que conflictos<br />

científicos tales como el erigido en torno a la ingeniería genética no <strong>de</strong>berían asumirse sin mayor cuestionamiento como<br />

competiciones limpias, lógicas y fácilmente resolubles entre argumentos más o menos racionales o irracionales, o entre<br />

experimentos más o menos correctos o incorrectos.<br />

Se reivindica, por ello, una muy conveniente sustitución <strong>de</strong> las narrativas pacifistas por las narrativas belicistas. Las<br />

nuevas sociologías <strong>de</strong>l conocimiento, precisamente, nos han mostrado que la imagen que quizá mejor traduzca esta<br />

concepción más crítica y realista <strong>de</strong> la ciencia sea la así llamada ‘metáfora <strong>de</strong> la guerra’ (Latour, 1992; Iranzo, 1995).<br />

Mediante la movilización <strong>de</strong> esta otra metáfora, en efecto, probablemente podamos enten<strong>de</strong>r mejor la naturaleza <strong>de</strong> la<br />

controversia sobre la viabilidad <strong>de</strong> los OMG. Al fin y al cabo, serían las imágenes más que los enunciados formales lo<br />

que conformaría muchas <strong>de</strong> nuestras convicciones más po<strong>de</strong>rosas sobre el mundo social y natural (Nietzsche, 1998;<br />

Rorty, 1989; Lakoff y Johnson, 1998). Se tornan esenciales, por consiguiente, las investigaciones que, indagando en<br />

1061<br />

CRISIS Y CAMBIO: PROPUESTAS DESDE LA SOCIOLOGÍA<br />

XI Congreso Español <strong>de</strong> Sociología (FES)

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