Libro de Actas final_2

GT 20 GRUPO DE SOCIOLOGÍA DE MOVIMIENTOS SOCIALES, ACCIÓN COLECTIVA Y CAMBIO SOCIAL
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los impactos que las redes sociales están suponiendo para la movilización social y la organización de la protesta. Sin
embargo, el debate académico a este respecto, tal y como desarrolla Romanos (2011), es bastante controvertido. Mientras
algunos autores permanecen en un cierto escepticismo respecto a los impactos directos (Tilly Wood, 2009) otros autores
se decantan por reafirmar un determinismo tecnológico sobre las nuevas pautas de movilización (Castells, 2009). Un
debate que, como es obvio, también se produce en el propio medio activista.
Como hemos visto, las TIC y el despliegue de las redes sociales están contribuyendo a fortalecer espacios de autonomía
para y desde los movimientos. Espacios para la deliberación, para la propia activación e, incluso, espacios de intervención
sin necesidad de mediaciones de ningún tipo. Como afirma Subirats (2012) “gracias a las TIC es posible empezar a
hablar de pluralismo reticular o de promoción o potenciación de la autonomía social capaz de generar singularidad,
reciprocidad y comunidad al margen de las medidas uniformizadoras y de los derechos muchas veces percibidos como
abstractos por parte de la ciudadanía”. A su vez, las estructuras de los movimientos también están inmersas en un complejo
proceso de evolución. Si ya el tránsito de los viejos a los nuevos movimientos sociales implicó cambios en las formas
organizativas de éstos, la actual etapa de los movimientos responde crecientemente a la propia estructura de la red. Según
Sampedro (2011) “las TIC han generado un nuevo perfil de movimiento social que se caracteriza principalmente por su
organización, coordinación y acción en red y por su carácter descentralizado, flexible y los modos de acción colectiva.”
Estas transformaciones han conducido a empezar a hablar de “acción conectiva” en vez de la tradicional “acción colectiva”
como nuevo paradigma con sus propias dinámicas y características, destacando con ello la dificultad, desde las teorías
y agendas clásicas para el estudio de la acción colectiva, para explicar los nuevos y emergentes movimientos sociales
(Lance Bennet y Segerberg: 2012).
Seguramente, en el marco de estos cambios, la difuminación de las estructuras organizativas de los movimientos sea
uno de los que más se está viendo afectado, desbordando incluso el modelo de “movimiento en red” que caracterizó al
precedente ciclo antiglobalización (Calle: 2005). Respecto al 15-M o algunas formas de protesta anti-austeridad, por
ejemplo, esta estructuración no aparece ya como un dibujo en forma de red de movimientos interconectados, si no que está
en continua transformación y desarrollo. No aparece, por tanto, como un cuerpo homogéneo, estructurado y con límites
claros. Por el contrario, la institucionalidad del movimiento cambia y muta al ritmo que impone la hiper-velocidad de
las redes. De hecho, algunas expresiones de protesta apenas tienen un carácter espasmódico y nómada de tal forma que
aparecen y se agotan en sí mismas sin producir ningún tipo de estructura del movimiento.
Por otro lado, las nuevas formas de la protesta y el desarrollo de las cibermultitudes suponen también una innovación en la
conceptualización tradicional de los movimientos sociales. La aparición de las convocatorias “espontáneas” y “anónimas”
rompe con elementos centrales de la teoría de los NMS (en este caso, de la TMR). Este anonimato, como hemos señalado,
es uno de los rasgos más definitorios de estas nuevas formas de protesta y supone un factor de éxito determinante de
las mismas. Este éxito se explica, entre otras razones, por la ausencia de una necesidad previa de construcción de una
identidad colectiva común. De esta forma, funcionando como espacio neutro y sin delimitaciones identitarias claras, se
puede producir una agregación mayor de actores y de subjetividades sociales.
Sin embargo, esta ausencia de una fuerte construcción identitaria no excluye las posibilidades que la red ofrece como
instrumento para la creación y difusión de marcos. (Candón Mena 2011: 365-366). Así, las redes sociales se están
mostrando como espacios comunicativos colectivos desde los que construir framing y enmarcamientos discursivos (véase,
como ejemplo, el caso de la construcción simbólica del 99% frente al 1% que ha impulsado el movimiento Occupy como
forma de ordenar los campos sociales en disputa en la actualidad). De esta forma, estos nuevos movimientos disponen de
la capacidad proactiva de construir una simbología, unos valores y unos códigos culturales específicos que, construidos
en la red, luego se diseminan y practican en el espacio físico: los modelos asamblearios, la obsesión por la horizontalidad,
la ausencia de liderazgos formales, las nuevas formas comunicativas y expresivas, etc.
Por otro lado, estas nuevas expresiones de acción colectiva suponen también un reto para algunos elementos de las teorías
vinculadas a la construcción social de la protesta. En concreto, nos referimos a lo que Klandermans (1988) establece
como "formación y movilización del consenso" en los movimientos sociales. Esta teoría, a través de diferentes fases, da
cuenta del complejo proceso de acuerdo interno en el movimiento que va desde el consenso sobre la situación (el marco
de injusticia) hasta llegar al acuerdo sobre las acciones que sirvan para movilizar dicho consenso en forma de marco de
motivación. En el contexto de la extrema inmediatez de internet y de las redes sociales, estos procesos de contrucción
de los consensos parecen seguir lógicas distintas a las que hasta ahora se seguían en los movimientos sociales. ¿Cómo
se producen, en el marco de las ciber-multitudes y de las nuevas formas de convocatoria de la protesta, estos procesos
de auto-construcción del consenso, ¿cómo se establece un consenso sobre las formas de movilización, ¿cómo se las
apropian los potenciales activistas, ¿por qué unas convocatorias son más exitosas cuantitativamente que otras...
Este complejo proceso de construcción social de la protesta también se ve afectado por el impacto de las emociones en
los procesos de movilización. El estudio de las emociones en los análisis de movimientos sociales se ha impuesto en los
últimos años como una tarea básica (Goodwin, Jasper et al, 2004). Las emociones, a este respecto, se han mostrado como
una dimensión básica para poder analizar el framing, las audiencias y las estrategias movilizadoras de los movimientos.
Más aún en un contexto histórico en el que la comunicación (el lenguaje dirían algunos) se ha convertido en un elemento
central y configurador de la política. En el caso de las nuevos tipos de movimiento en forma de ciber-multitudes, las
emociones parecen ser claves a la hora de prefigurarlas y de condicionar su éxito numérico. Esto es así por la inmediatez
CRISIS Y CAMBIO: PROPUESTAS DESDE LA SOCIOLOGÍA
XI Congreso Español de Sociología (FES)