Libro de Actas final_2

GT 18 GRUPO DE SOCIOLOGÍA DE LA CULTURA Y DE LAS ARTES
otro de la fotografía. En el primer caso, respondía, el mundo no parecería “significativamente distinto”; en el segundo,
supondría un choque enorme sobre nuestra forma de vivir la cotidianeidad (debido a su lugar destacado en periódicos,
revistas, documentos de identidad, folletos comerciales, etcétera). Desde sus inicios, la aceptación y presencia de la
imagen fotográfica –así como de procedimientos de registro posteriores como el cine o la televisión- ha sido enorme.
Pero, además, un tema que por sí solo sería digno de investigación consistiría en estudiar el impacto que las imágenes
fotográficas pueden tener en la sociedad así como su contribución a formar una memoria colectiva. Es el caso, quizás
de fácil identificación en la medida en que se situaba en el primer periodo de existencia del nuevo medio, de la presencia
de la fotografía en la Guerra de Secesión (1861-1864), contienda que permitió la consolidación de los Estados Unidos
de América. En su excelente historia de la fotografía, Beaumont Newhall recoge el comentario de un periódico que,
al comienzo de la conflagración, descartaba la posibilidad de que los fotógrafos se internaran en el campo de batalla
alegando que sus productos químicos no funcionarían allí. Derrochando valor, el fotógrafo Mathew. B. Brady y sus
colaboradores fueron autorizados para realizar en el frente todo el proceso de obtención de fotografías. Hasta que se llegó
a la paz obtuvieron más de 7.000 negativos, inaugurando el género documental probablemente más arriesgado, el de la
fotografía de guerra. Otros colegas y medios informativos adoptaron el mismo proceder. Las fotos difundidas a través de
la prensa, con su crudo realismo que incluía cuerpos yertos y entierros apresurados, contribuyeron a minar el oropel de los
soldados imaginados con uniformes relucientes tal como aparecían en los vistosos espectáculos de las paradas militares.
Párrafos de un editorial de 1862 del New York Times son recogidos por Newhall. Leemos, por ejemplo, estas frases:
“Brady ha realizado algo para hacernos presentes la terrible realidad y seriedad de la guerra. Si no ha traído cuerpos y los
ha tirado frente a nuestras puertas y a lo largo de las calles, ha hecho algo muy parecido. En la puerta de su galería cuelga
un pequeño letrero: ^Los muertos en Antietam^. Multitudes de personas están subiendo continuamente esas escaleras;
sígalas, y se las verá inclinadas sobre las vistas fotográficas de ese aterrador campo de batalla, realizadas inmediatamente
después de la acción (…) Esas imágenes poseen una terrible nitidez. Con la ayuda de una lente de aumento, se pueden
distinguir los rasgos de los seres muertos. No desearíamos estar presentes en la galería cuando una de las mujeres allí
inclinadas reconoce a un marido, a un hijo o a un hermano en esas hileras de cuerpos, rígidos y sin vida, que yacen ya
puestos para ser volcados a las trincheras” (Newhall, 2002). Destaquemos algunos rasgos. (a) Es un buen ejemplo de la
enorme diferencia entre la función de representación de la pintura (recordemos los más atroces cuadros de batallas) y la
función de registro de la fotografía a las que nos hemos referido anteriormente. (b) Pone de manifiesto la “revelación”, la
“aparición” ante los ojos y las conciencias que procuraban las fotografías. (c) Constituye un buen argumento para avalar
la tesis de la fotografía como arquetipo de un tiempo dominado por las imágenes de registro. (d) Pone de manifiesto, uno
de los temas discutidos incansablemente sobre la fotografía, su discutida veracidad, y, remite también a las dificultades y
peculiaridades del oficio de fotógrafo.
En sintonía con lo anterior, puede decirse que la posibilidad de registrar imágenes fotográficas así como su presencia en
nuestra vida diaria a través de múltiples usos –como identificación, como presentación social, como información, como
distracción…- forma parte de la cultura general de la época en la que vivimos; es ya una “creencia” cuyo cuestionamiento
resulta prácticamente inimaginable a no ser como pesadilla.
Los avances tecnológicos han promovido el afianzamiento de una tendencia hacia el abaratamiento de las máquinas
fotográficas, a la diversidad de tamaños y propiedades y, por tanto, a su integración dentro del consumo de masas,
incluyendo su conversión en herramienta adicional de otro tipo de aparatos, tal como sucede con los teléfonos móviles.
Registrar imágenes, mostrarlas, y enviarlas ha sido una constante creciente desde el origen de la fotografía –por ejemplo, a
través de las tempranas “cartas de visita” (alrededor de 1860) en las que aparecían varias imágenes de una misma personay
los procedimientos se han ido renovando hasta el actual envío de imágenes digitales a través de soportes informáticos.
Por poner algunos ejemplos, Newhall nos informa de que hacia 1840 obtener un retrato de alguien era una operación más
bien penosa en la que el retratado debía someterse durante periodos que podían llegar fácilmente a los veinte minutos
a condiciones de inmovilidad y otras fatigas; una situación a la que Walter Benjamin se refería como la de suspensión
en un instante; algo por lo demás que se sigue practicando cuando se posa. En 1841, un retrato mediante daguerrotipo
podía obtenerse en poco más de 4 minutos. Hay datos de que en 1854, en el estado de Massachusetts, se habían realizado
403.626 daguerrotipos. Y en 1853, en Paris, el estudio fotográfico de Gaspard Felix Nadar se convirtió en un centro de
reunión liberal frecuentado por personalidades que posaron para él. De forma similar a como Andy Warhol dijo que la
Coca-Cola era un factor de igualación entre estadounidenses de todos los grupos sociales, podría decirse que lo mismo
ocurría con el retrato fotográfico. Barato, decorativo y cómodamente transportable, desde sus inicios satisfacía el deseo
de perpetuar la imagen de personas próximas, o de personas célebres. Actuaba de soporte ante la debilidad de la memoria
y cumplía el milagro de atrapar el tiempo.
Profesionalmente, la invención de la fotografía supuso en sus inicios tanto el surgimiento de un nuevo oficio como la
precarización de otros. Baste quizás con referirse, como muestra, a un texto escrito por el fotógrafo Peter Henry Emerson
en 1889. Recuerda en él el provecho comercial que hizo Daguerre del daguerrotipo, en cuya invención había colaborado
con Niépce. Comenta también rotundamente como “su efecto sobre la pintura de miniaturas fue fulminante, ya que la
fotografía casi acabó con ella (…al igual que…) mató al pintor ambulante” (Fontcuberta, 2003). Señala también Emerson
cómo muchos pintores poco ambiciosos se limitaron desde entonces a copiar fotografías.
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CRISIS Y CAMBIO: PROPUESTAS DESDE LA SOCIOLOGÍA
XI Congreso Español de Sociología (FES)