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Libro de Actas final_2

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GT 19 GRUPO DE SOCIOLOGÍA DEL CONSUMO<br />

está antes <strong>de</strong>l uso. El objeto es fundamentalmente comunicación <strong>de</strong>l objeto, el objeto es un comunicador. Antes <strong>de</strong> la<br />

lógica <strong>de</strong> uso, la lógica <strong>de</strong> la fascinación, <strong>de</strong> la seducción.<br />

Anuncios publicitarios sin apenas palabras, como si fuese el objeto el que dice. El que habla. Antropomorfización<br />

secundaria <strong>de</strong> los objetos. Los propios sujetos se convierten en objetos: “El supremo objeto <strong>de</strong> consumo soy yo” (Verdú<br />

2007).<br />

Son objetos táctiles: el mando <strong>de</strong> la Play, el tamaño manual <strong>de</strong>l teléfono móvil, el reloj. Tal vez por esto se explique el<br />

relativo fracaso <strong>de</strong> la Wii. Menos táctil, <strong>de</strong>masiado corporal. Objetos fenomenológicamente siempre a mano. El teléfono<br />

móvil es su paradigma. El siempre a mano nos conduce a su portabilidad que es más que una función. Por un lado, es la<br />

posibilidad <strong>de</strong> estar continuamente en contacto con estos objetos. Por otro lado, su capacidad para ser expuestos en los<br />

espacios públicos y, a la vez, convertir todo lugar en espacio público. Tal vez fue el reloj, al pasar <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las<br />

instituciones comunitarias, a la muñeca el que primero inició tal transformación.<br />

Son principalmente objetos pantalla: ¿ventanas ¿vitrinas ¿escaparate ¿máquinas <strong>de</strong> visión (Virilio) Pantallas táctiles:<br />

ver y tocar se aúnan. Se ve con los <strong>de</strong>dos. Se toca con los ojos.<br />

Si en Baudrillard veíamos cómo la máquina era convertida en objeto (el coche), en algo doméstico (incluido el coche), y,<br />

con ello, quedaba sintetizado el paso <strong>de</strong> la sociedad <strong>de</strong> la producción industrial a la sociedad <strong>de</strong> consumo. Ahora, el objeto<br />

(diseño) es convertido en máquina, en algo que impone su autonomía. Y al que se adora tocándolo, como si no pudiéramos<br />

per<strong>de</strong>r el contacto con el objeto. Gran atracción por su vínculo. La adicción, <strong>de</strong> la que tanto hablan los psicólogos, tal vez<br />

no se <strong>de</strong>ba tanto a las conversaciones, como al propio contacto con el medio, con el canal. Si se pier<strong>de</strong> un teléfono móvil,<br />

el primer y gran contacto que se pier<strong>de</strong> es con el propio móvil.<br />

Antece<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong>l objeto<br />

776<br />

El interés por el objeto pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarse un producto <strong>de</strong> la Mo<strong>de</strong>rnidad. En realidad, <strong>de</strong> todo se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que es<br />

un producto <strong>de</strong> ésta, ya que la representación <strong>de</strong> cualquier cosa se hace <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la Mo<strong>de</strong>rnidad. Así, cuando hoy en día se<br />

hacen muestras <strong>de</strong> los “objetos cotidianos” <strong>de</strong> épocas pasadas, el valor y la propia representación son hechos mo<strong>de</strong>rnos.<br />

Toda historia en la Mo<strong>de</strong>rnidad es mo<strong>de</strong>rna. Cuestión proyectable a la antropología, aunque esta prefiere quedarse más<br />

en las cosas y/o su clasificación, que en la directa relación con los objetos. Especialmente en los objetos convertibles,<br />

intercambiables en otras cosas. Se sigue así la trayectoria <strong>de</strong> intercambios <strong>de</strong> las cosas y se le llama vida social <strong>de</strong> las<br />

cosas (Appadurai, 1986) o se queda clasificada en una red <strong>de</strong> oposiciones (crudo/cocido, público/privado, intercambiablecomunicable/tabú,<br />

etc.).<br />

Al menos, admitamos que el interés por el diseño <strong>de</strong>l objeto va ganando con el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la Mo<strong>de</strong>rnidad. Hasta<br />

consigue entrar en el arte con Picasso o Duchamp: objetos convertidos en obra <strong>de</strong> arte. Un proceso que se intensificará con<br />

el arte pop, como rebelión <strong>de</strong>l objeto frente a los intentos <strong>de</strong> su <strong>de</strong>sfiguración. Una rebelión que llega a expulsar la figura<br />

humana: Campbell’s Soup Cans. Hasta los pasos más recientes <strong>de</strong> la Mo<strong>de</strong>rnidad (¿postmo<strong>de</strong>rnidad) en que los edificios<br />

son construidos como objetos (Baudrillard y Nouvel, 2002; Virilio, 2012): velas, cubos, latas.<br />

En el caso <strong>de</strong> Marx, el objeto <strong>de</strong> consumo se difumina en los medios <strong>de</strong> vida (Lebensmittel) necesarios para la reproducción<br />

<strong>de</strong> la fuerza <strong>de</strong> trabajo. Queda reducido a valor <strong>de</strong> uso, en esa ecuación que nos plantea en el primer capítulo <strong>de</strong> El Capital.<br />

No hay sitio para el disfrute o las pasiones en la relación con el objeto-<strong>de</strong>-consumo/mercancía adquirida. Esa entidad en<br />

la que se centra Marx, ve impuesto el valor <strong>de</strong> cambio al valor <strong>de</strong> uso como mercancía; pero se impone el valor <strong>de</strong> uso al<br />

valor <strong>de</strong> cambio como objeto <strong>de</strong> consumo.<br />

El objeto <strong>de</strong> consumo en Marx carece <strong>de</strong> unidad. Incluso, hasta <strong>de</strong> entidad, como tal objeto <strong>de</strong> consumo. ¿Cómo mercancía<br />

La fuerza <strong>de</strong> trabajo es la única mercancía que aísla el autor prusiano. Es la única mercancía-actor y, a la vez, la única que<br />

consume. Aunque sea para ser consumida por el capital en la producción.<br />

Así, Marx vio la plusvalía en el consumo <strong>de</strong> la mercancía fuerza <strong>de</strong> trabajo. Pero ¿Y la plusvalía en las otras mercancías No<br />

se contempla la posibilidad <strong>de</strong> que, para el consumidor, el artículo consumido tuviera más valor que la mera reproducción<br />

<strong>de</strong> fuerza <strong>de</strong> trabajo para el capital. De hecho, el único que parece consumir es el capital, bajo la mediación <strong>de</strong> la fuerza<br />

<strong>de</strong> trabajo. Si creíamos que el objeto <strong>de</strong> consumo tenía algún valor, hay están las páginas –iniciales e iniciáticas <strong>de</strong> El<br />

Capital- sobre el fetichismo <strong>de</strong>l objeto <strong>de</strong> consumo. Los objetos carecen <strong>de</strong> valor para las relaciones sociales. Son las<br />

relaciones sociales las que dan valor a las cosas.<br />

Muestras <strong>de</strong> que el objeto <strong>de</strong> consumo se va a mover entre el reconocimiento <strong>de</strong>l mismo y las alarmas ante tal reconocimiento.<br />

Éstas vendrán en clave <strong>de</strong> alienación o <strong>de</strong>shumanización, bajo la percepción <strong>de</strong> un mundo <strong>de</strong> objetos que se impone. En<br />

medio, tal vez pue<strong>de</strong>n situarse los trabajos etnográficos <strong>de</strong> Daniel Millar (2010, 2012) sobre cómo la gente experimenta<br />

pasiones con sus objetos <strong>de</strong> consumo. ¿Tienen explicación sociológica esas relaciones directas con los objetos ¿Por qué<br />

no, si se admite que <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> sujetos consumidores y objetos <strong>de</strong> consumo está la sociedad<br />

CRISIS Y CAMBIO: PROPUESTAS DESDE LA SOCIOLOGÍA<br />

XI Congreso Español <strong>de</strong> Sociología (FES)

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