Libro de Actas final_2

GT 17 GRUPO DE SOCIOLOGÍA DE LA EDAD Y CICLO VITAL
Respecto a las condiciones higiénicas de los establecimientos, debe apuntarse a que en general se dispone de una correcta
higiene básica de la cual son responsables las propias internas, pero que existe la posibilidad de que se coexista con
problemas sanitarios más complejos ante los que ellas se ven incapacitadas, como son la existencia de plagas de cucarachas
o nidos de pájaros dentro del módulo. Por otro lado, existe un sistema de calefacción propio del mismo módulo, aunque
la regulación del mismo parece a veces dudosa al existir diferentes discursos que alegan, que hace excesivo frío para los
niños y niñas, e incluso en ocasiones un exceso de calor. Así mismo, un aspecto que parece no tenerse en cuenta en la
práctica por parte del centro, es la incidencia de la contaminación acústica en los internos, más aún en los niños y niñas de
tan corta edad: el volumen de la megafonía es muy alto y la resonancia del propio módulo es abrumadora.
El segundo grupo analizado es el relativo a los recursos alimenticios. De forma general puede decirse al igual que ocurría
con los recursos sanitarios, que se tiende a tener en cuenta las necesidades especiales de los niños y niñas, aunque no sin
que existan ciertas puntualizaciones. El aspecto mejor valorado por parte tanto de madres como por la del resto de agentes,
es la alimentación en los primeros meses de vida. Sólo se valora como negativa la falta de atención y consideración del
centro hacia la importancia de preservar por encima de todo la lactancia materna, pues parece ser un impedimento para el
desarrollo de la planificación de la vida en el centro para algunas cuestiones.
Aún así, la tendencia de las madres es la de considerar positivamente la alimentación en este primer periodo, señalando
un empeoramiento cuando la dieta de los niños y niñas se va “normalizando”. Este tipo de discursos se contraatacan desde
la institución y algunas personas voluntarias del centro, desde una postura que remarca la incapacidad de las madres para
valorar una correcta alimentación de sus hijos/as, e inclusive desde postulados que se apoyan en prejuicios culturales basados
en la supuesta existencia de unas culturas “primitivas” y otras más “avanzadas” como se entiende a la cultura española.
Aún así, desde la escuela externa se resalta una cierta normalidad en la conducta alimenticia de los alumnos/as, y sólo se
comenta que en ocasiones la situación en la que se está viviendo, fuerza una mayor consideración de la madre en términos
de consentimiento para paliar un posible déficit afectivo, al igual que sucede en muchas otras familias “normalizadas”.
Las carencias parecen “pagarse” con golosinas.
El tercer grupo analizado es el de recursos educativos. Los centros deben disponer de una escuela infantil interna. Los
discursos respecto a esto son positivos, se habla de una ratio muy baja de trabajador-usuario, de una mayor comprensión de
las trabajadoras de esta escuela sobre la distintas situaciones personales y sobre todo de régimen, en las que se encuentran
las madres de los niños y niñas, de lo cual se presupone, que se dará un tratamiento más adecuado a cada caso.
Al igual que sucede con la escuela interna, el centro debe así mismo disponer de un convenio de colaboración con una
escuela externa situada en el municipio más próximo. Sobre esta cuestión se manifiestan varios problemas que surgen
con este colectivo: supone una gran dificultad en el trabajo de las educadoras la constante posibilidad de que surja un
abandono repentino de la escuela, esto se relaciona con una discontinuidad en el proceso informativo entre el centro y
la escuela, es decir, no siempre se sabe cuándo el niño/a abandonará el centro, lo cual a su vez manifiesta una falta en el
ejercicio de poder del niño/a, una ausencia de su derecho de opinión, y la dificultad de comprensión por parte del niño/a
de los cambios que le suceden. Podría decirse entonces que el criterio de normalización perseguido con el ingreso en el
centro escolar externo de los niños y niñas, generalmente a partir de los 2 años, carece de lógica cuando la ruptura con
éste se supedita, entre otras cosas, al momento de cumplimiento de los 3 años, sin que éste coincida necesariamente con
el fin del curso escolar.
El cuarto y último grupo analizado se ha denominado como otros recursos. Entre éstos se resaltan recursos materiales
como la vestimenta y los artículos de higiene, ambas cuestiones valoradas positivamente aunque en el caso de la ropa
debe apuntarse a que el centro sólo la dispensará en el caso de madres con escasez de recursos económicos, lo cual deja
entrever una cierta segregación de estatus socioeconómico entre las propias internas. Otro aspecto analizado es el de
los juguetes; en general por parte de las madres se consideran insuficientes, y restringidos en demasía, ausentándose el
derecho de elección tanto de la madre como del propio interesado: el niño/a. El análisis que se hace desde los agentes más
relacionados con la institución se ha tildado de un cierto relativismo ambiental, ya que es realizada bajo el prisma del lugar
en el que se encuentran: lo que sería insuficiente en la calle, aquí se considera adecuado. Así, surge de nuevo la cuestión
de hasta qué punto estos niños y niñas a efecto real, no son unos internos más de la prisión.
Se valoraron también los recursos arquitectónicos, ya que el módulo materno es prácticamente igual al resto de módulos,
aunque lo diferencien los colores de las paredes, o los columpios que hay en el patio. Es cierto que se ha habilitado una
sala en forma de ludoteca, aunque también lo es, que la mayoría de la aportación de lo que en ella se encuentra corrió
a cargo del voluntariado del módulo de madres, se observa como este tipo de asociaciones, acaban formando parte del
“parcheado” que caracteriza a las medidas que se toman ante la existencia de este colectivo en un centro penitenciario.
Así mismo, el módulo presenta idénticos elementos de seguridad que cualquier otro, como son las puertas electrónicas
de hierro con el consiguiente peligro para los niños y niñas. Las madres han de bajar escaleras, cargadas con el niño/a y
con los enseres necesarios para el cuidado del mismo/a, en las horas de obligado cumplimiento de estancia en las zonas
comunes, al igual que implica un cierto riesgo el hecho de que se comparta un mismo espacio (la celda) para el juego y
cuidado del niño/a junto con productos tóxicos destinados a la limpieza y desinfección.
Por último, se valoró como parte de los recursos de los que se dispone, una menor existencia de talleres productivos para
este colectivo, con la consiguiente menor disposición de recursos económicos para estas madres, cuyas cargas familiares
son, en muchas ocasiones, mayores que en el caso de los hombres.
595
CRISIS Y CAMBIO: PROPUESTAS DESDE LA SOCIOLOGÍA
XI Congreso Español de Sociología (FES)