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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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pompas, que se echan así al agua, o sea a la muerte. Quienes participan en la Cena se obligan con<br />

el prójimo a ofrecer cuerpo -y sangre por él, tal como Cristo dio su cuerpo y su sangre por mí.<br />

No encontramos otra cosa en las leyes y en los profetas. Yo creo, digo mal, yo sé que el<br />

cristianismo no estará bien hasta el día en que el Bautismo y la Cena hayan sido restaurados en<br />

su pureza primigenia...<br />

He ahí, hermano en Cristo, la opinión que yo tengo; si me equivoco, deber de hermano es<br />

hacer regresar al asno al buen camino. No hay, en efecto, ninguna idea a la que me sienta tan<br />

apegado que no pueda revocarla, más aún, extirparla de mí, cuando la palabra de Dios,<br />

transmitida por ti o por los tuyos, me diga que estoy equivocado... De lo contrario, me atendré a<br />

mis opiniones, puesto que a ello estoy obligado por el mandamiento de Cristo, por la palabra, la<br />

fe, la verdad, el juicio y la conciencia... Dime, en tu respuesta, si la promesa [Mateo, 19:14]<br />

"Dejad que los niños se acerquen a mí", etc., pertenece especialmente a los niños pequeños. Lo<br />

que me mueve a preguntarte eso es la palabra de Cristo, que dice que "de los tales como ellos es<br />

el reino de los cielos", y no "de ellos"; y dime también lo que piensan de estas cosas los hermanos<br />

de Estrasburgo [Bucer y Capitón].<br />

En vez de celebrar el bautismo, hago que los fieles se congreguen en la iglesia y que los<br />

padres presenten al niño, y explico en alemán el evangelio: "Entonces le fueron presentados unos<br />

niños" [Mateo, 19:13]. Después de imponerle al niño un nombre, la iglesia entera, puesta de<br />

rodillas, hace oración por él y se lo encomienda a Cristo, pidiéndole que sea misericordioso e<br />

interceda por él. Pero si los padres son todavía débiles e insisten en el deseo de que el niño sea<br />

bautizado, yo lo bautizo, pues soy débil con los débiles en tanto llega el tiempo en que estén<br />

mejor instruidos. Sin embargo, en lo que se refiere a la palabra no cedo ni un ápice ante ellos.311<br />

Ecolampadio, en su respuesta, censuró esa sustitución del bautismo de los niños pequeños<br />

por una simple consagración y, basándose en un texto de San Agustín, declaró que la fe de los<br />

padres o de la iglesia le es misteriosamente suficiente al niño.<br />

Fue en vano que Hubmaier, el 2 de febrero de 1525, haya ofrecido demostrar en debate<br />

público, ante las autoridades de la ciudad, que el bautismo no tenía ningún fundamento en la<br />

Escritura (Offentliche Erbietung). De esa manera, cuando Reublin, antes pastor de la iglesia de<br />

San Albano en Basilea y ahora emisario de los anabaptistas suizos, llegó a Waldshut y se puso a<br />

contar lo que por fin se había llevado a cabo en Zurich y en Zollikon, Hubmaier se sintió<br />

favorablemente dispuesto a emprender el mismo camino. Lo primero que hizo Reublin fue<br />

rebautizar a unas cuantas personas, ya preparadas, fuera de la ciudad. Sugirió dejar para el<br />

domingo de Pascua, que caía el 16 de abril, el acto más solemne, y propuso también celebrar la<br />

institución de la Cena por Jesús el Jueves Santo con un cordero entero (ceremonia que, al<br />

parecer, no llegó a realizarse). El día de Pascua, Hubmaier y otras sesenta personas recibieron el<br />

rebautismo de manos de Reublin.312 En los días siguientes rebautizó Hubmaier a más de<br />

trescientas personas, sirviéndose de un cubo para leche y tomando el agua de la fuente de la<br />

plaza. El lunes de Pascua practicó la Cena del Señor en compañía de los rebautizados, siguiendo<br />

literalmente el modelo transmitido por el Nuevo Testamento. Con una toalla en la mano, el<br />

doctor theologia lavó los pies de sus feligreses. Un testigo contemporáneo refiere<br />

maliciosamente que, cuando hubo lavado los pies de las mujeres jóvenes y llegó el turno de "los<br />

311 Staehelm,Briefe und Akten, vol. I, núm. 238.<br />

312 Muralf, Qyellen, núm. 405.

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