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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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eforma tan radical como tantos otros que se elaboraron durante la era conciliar. Pero ni el<br />

Concilio de Letrán ni el papa León estaban preparados todavía para un cambio tan drástico. <strong>La</strong><br />

bula reformadora del 5 de mayo de 1514, Supernae dispositionis arbitrio, no mejoraba sino muy<br />

ligeramente la situación a propósito de los problemas gemelos de las rentas y del pluralismo.<br />

Todas las bienintencionadas declaraciones relativas a una reformatio capitis habían fracasado por<br />

causa de la falta de seriedad y de energía de los dos papas, ian necesitados, a su vez, de una<br />

buena reforma.<br />

b) <strong>La</strong>s tendencias apocalípticas y evangélicas y las nuevas órdenes religiosas<br />

Después del Concilio, muchos reanudaron el esfuerzo proto-evangélico de una reformatio<br />

membrorum, con especial atención a los prelados concienzudos y a los curas de las parroquias.<br />

También las órdenes religiosas más antiguas sintieron en Italia el clima reformista ambiente.<br />

Por contagio, varias señoras de ilustre sangre se hicieron famosas como protectoras de las<br />

corrientes de piedad y de reforma en toda Italia. Este espíritu reformista, que sobrevivió al<br />

decepcionante Quinto Concilio de Letrán, iba a quedar reforzado muy pronto, entre los<br />

teológicamente preparados y entre los devotos, por la respuesta que dio Italia a la revolución<br />

teológica de los alemanes. Hay que observar, por principio de cuentas, que el evangelismo<br />

católico italiano (1517-1542) -movimiento que no tardaría en llamarse valdesianismo, por el<br />

nombre de su principal portavoz e instigador- estuvo mucho más estrechamente emparentado con<br />

el luteranismo que el movimiento análogo de España, surgido claramente antes de Lutero.<br />

Además de ese evangelismo italiano, y de la tendencia reformista de monasterios, parroquias y<br />

diócesis -tendencia que precedió al evangelismo y después coexistió con él-, hubo en Italia,<br />

durante el primer cuarto del siglo XVI, un tercer impulso de no poca importancia: el<br />

espiritualismo apocalíptico en la línea de Joaquín de Flora (f 1202) y de jerónimo Savonarola (+<br />

1498).<br />

Para comprender mejor la interrelación de estos tres impulsos, es pertinente observar que<br />

Gil de Viterbo, superior general de la orden de San Agustín y precursor del evangelismo, había<br />

acuñado también, en un sermón apocalíptico pronunciado en el Quinto Concilio de Letrán, la<br />

fórmula clásica de la idea católica de reforma: "quod homines per sacra immutari fas est, non<br />

sacra per homines",35 y que en el exordio mismo del sermón con que había inaugurado el<br />

Concilio había dicho que la urgente "renovación" y el inminente "regreso a las fuentes" de la fe,<br />

o sea las tareas por excelencia de los eclesiásticos congregados en ese Concilio, eran, para él, la<br />

verdadera culminación de sus veinte años de predicación profética. El Concilio, sin embargo, no<br />

sólo defraudó sus esperanzas, sino que condenó expresamente a los predicadores itinerantes del<br />

espiritualismo apocalíptico,36 de los cuales el propio Gil de Viterbo no era sino el representante<br />

más refinado. A partir, pues, de ese momento, las tendencias devotas y apocalípticas tuvieron<br />

que encontrar otros medios para desarrollarse.<br />

El espiritualismo apocalíptico fue en Italia la contraparte del excéntrico apocalipticismo<br />

iluminista de fray Melchor en España (cap. t. l). Los evangelistas laicos Juan Bautista ítalo y<br />

Francisco Meleto pueden considerarse como representantes del enjambre de itinerantes<br />

inspirados que profetizaban la inminencia de una época mejor, una de cuyas características,<br />

según ellos, sería la repentina conversión de judíos, musulmanes y distantes paganos al camino<br />

35 (Jean Hardouin,Acta conciliornm, vol. IX, París, 1714, col. 1576. Véase John O'Malley, Giles of Viterbo on Church Reform,<br />

Leiden, 1968.),<br />

36 ("<strong>La</strong> categórica oposición de León X a la predicación apocalíptica fue aprobada casi unánimemente por el Concilio: un solo<br />

obispo se declaró en favor de quienes predicaban según los dictados del Espíritu. Véase Hardouin, loc. cit., col. 1801 (el único<br />

voto negativo) y col. 1808 (la declaración del papa sobre este tema.)

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