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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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promesa hecha en Weimar, y la noche del 7 al 8 de agosto de 1524 salió de Allstedt para unirse a<br />

la rebelión de los campesinos.<br />

Además del sacramentario pacifista Carlstadt y del beligerante profeta sacerdotal de<br />

Allstedt, hubo un tercer gran portavoz del espiritualismo que igualmente rompió con Lutero por<br />

razones sociales, éticas y sacramentales. Nos referimos al espiritualista evangélico y aristocrático<br />

reformador luterano de Silesia, Gaspar Schwenckfeld. Pero el papel que tuvo en la <strong>Reforma</strong><br />

<strong>Radical</strong> se ve mejor en conexión con la Controversia Eucarística suizo-sajona (cap. v.3). Ahora<br />

necesitamos ocuparnos de la gran Guerra de los Campesinos y de la intervención que Carlstadt y<br />

Müntzer tuvieron en ella.<br />

***<br />

IV. LA GRAN GUERRA DE LOS CAMPESINOS<br />

1524-1526<br />

Los HISTORIADORES cristianos modernos que escriben dentro de la tradición del<br />

luteranismo y de la <strong>Reforma</strong>, a consecuencia de su preocupación por el problema del orden y de<br />

la obediencia en los campos civil, social y eclesiástico -preocupación heredada de Lutero y su<br />

resuelta oposición a que los insurgentes campesinos se apropiaran en forma revolucionaria de su<br />

mensaje o evangelio de libertad cristiana-, han perpetuado desde hace mucho el hábito de cargar<br />

al anabaptismo evangélico con la culpa de haber nacido del contubernio entre la herejía y la<br />

sedición. Por su parte, los historiadores que escriben dentro de la tradición misma del anabaptismo,<br />

a causa de su pacifismo y de su aversión tanto al marxismo como al secularismo, se han<br />

preocupado fundamentalmente por hacer, en toda la medida de lo posible, una disociación entre<br />

la agitación campesina y el testimonio anabaptista. En consecuencia, los dos grupos de<br />

historiadores cristianos han dejado en gran medida que sean los marxistas, u otros historiadores<br />

sin predisposiciones o inclinaciones de tipo confesional, quienes se ocupen de reivindicar los<br />

ideales evangélicos de los campesinos rebeldes. Elaborar una exposición bien proporcionada de<br />

lo que fue, de hecho, una relación entre los campamentos de los labriegos sediciosos y los<br />

conventículos secretos de los anabaptistas en el siglo XVI, no es tarea fácil para el historiador<br />

descontento de los tres puntos de vista: el pragmático de los protestantes, el piadoso de los<br />

mennonitas y el doctrinario de los marxistas.<br />

Un hecho está claro: que, en la medida en que el anabaptismo se entiende como la<br />

adopción del bautismo de los creyentes (o sea de los adultos), sus comienzos son posteriores al<br />

estallido de la gran Guerra de los Campesinos en junio de 1524 (cerca de Schaffhausen), puesto<br />

que el primer rebautismo de que hay constancia data de enero de 1525 (cap. vi.l), aunque hubo,<br />

naturalmente, espiritualistas como Müntzer y Carlstadt que, comprometidos de manera activa o<br />

pasiva en el levantamiento, se oponían, cada uno por su lado, a que el bautismo se administrara a<br />

los infantes.<br />

Pero si esos hombres que participaron en el movimiento campesino no eran a la sazón<br />

anabaptistas, es importante señalar que se habían adelantado al anabaptismo en tres puntos de<br />

mucho interés. Los campesinos, los pequeños burgueses y los caballeros levantiscos que hicieron<br />

causa común en contra de los señores espirituales, así episcopales como abaciales, y en contra de<br />

la violación de viejos fueros locales por parte de los príncipes territoriales, 1) solían llamarse a sí<br />

mismos Bundesgenossen (los unidos por el pacto, los coaligados), 2) exigían la supresión del

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