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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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inquietado, pueden resolverse mediante la operación armonizadora del Espíritu Santo, capaz de<br />

ensamblar palabras antes heterogéneas, en una lectura que constituye el encuentro dinámico del<br />

lector con la Palabra interior. <strong>La</strong> primera parte de la Confesión, leída el 14 de enero .de 1525,359<br />

se refiere a la naturaleza general de la fe. Tomando como punto de partida el presupuesto<br />

luterano de la salvación sola fide, tal como Grebel había tomado en Zurich como punto de<br />

partida el axioma zwingliano de la sanción divina sola scriptura, Denck se esfuerza en relacionar<br />

la fe con la gracia, para luego, al final, relacionar la fe con los dos sacramentos evangélicos que<br />

se estaban debatiendo. Siendo la fe la dadora de la vida o de la salvación, declara Denck que la fe<br />

salvadora no puede ser nunca la fe heredada, o sea la que los padres se han empeñado en inculcar<br />

desde la infancia. De lo contrario, la salvación misma sería hereditaria. Así, pues, él ha acabado<br />

por reconocer, muy a pesar suyo, que la fe heredada es en realidad una "falsa fe". Él está<br />

convencido de que la fe es un don otorgado a "los bienaventurados en la pobreza del Espíritu"<br />

(pobreza que ha de entenderse como el vaciamiento completo del yo en cada uno de los<br />

cristianos a la hora de ponerse en contacto serio con la Escritura), y de que el poder que "atrae" a<br />

Cristo al alma es el Cristo ya presente en ella; la Palabra interior testimoniada por las Escrituras<br />

es también el Hijo del Altísimo. Denck dice que la incredulidad es el pecado por excelencia, el<br />

pecado que destruye la justicia de Dios mediante el legalismo. <strong>La</strong> única manera de entender las<br />

Escrituras y de evitar los sectarismos recalcitrantes es dejar que el Espíritu Santo presida sobre la<br />

exégesis viva. E incluso entonces la incandescente Escritura no será sino una linterna en las tinieblas,<br />

hasta que se deje ver la estrella del alba, y se muestre la aurora, y el sol de justicia,<br />

Cristo, resplandezca en el corazón del cristiano.360 Denck admite que esta experiencia<br />

culminante no es todavía la suya. En su camino hacia la meta, sabe que el Cristo que actúa como<br />

rey a través de la ley es tan importante como el Cristo con quien el creyente debe primero morir<br />

para luego resucitar.<br />

En la segunda parte,361 Denck se siente obligado a tratar de manera más concreta la<br />

cuestión de los sacramentos. Aquí también pone el acento sobre la fe, pero no en desmedro de<br />

los sacramentos, sino con la idea de establecer una armonía entre la fe y los preceptos del Señor.<br />

Distingue entre un bautismo interior y un bautismo exterior, y a ambos les concede importancia.<br />

El primero es la penetración de la tierra dura (abgrund, dice él) de la impureza humana por la<br />

Palabra omnipotente de Dios, tal como la tierra seca es penetrada por la lluvia benéfica. El<br />

bautismo del creyente con agua es el pacto de una buena conciencia con Dios". Aquí,<br />

naturalmente, está resonando la traducción de la epístola primera de San Pedro, 3:21, por Lutero<br />

(la versión de Casiodoro de Reina dice: "como demanda de una buena conciencia delante de<br />

Dios"), y la utilización que hace Denck de ese -texto, en este lugar, marca en la historia de la<br />

iglesia el momento en que una tremenda convicción personal está a punto de adquirir<br />

significación constitucional, pues en el instante en que la fe interior de Denck, de la cual está él<br />

aquí dando testimonio, sea confirmada exteriormente con el bautismo de los creyentes por las<br />

manos de Hubmaier en Augsburgo, habrá tomado plena forma la eclesiología pactual de las<br />

iglesias anabaptistas del Sur de Alemania. Por el momento, sin embargo, Denck no se atreve a<br />

llegar muy lejos. Es verdad que en algún lugar dice expresamente que el pacto por agua "es<br />

innecesario para la salvación [personal]", pero también lo sigue juzgando deseable. El bautismo<br />

interior es el que menciona Cristo cuando dice: "El que creyere y fuere bautizado, será salvo"<br />

359 Hans Dencks Schriften, edición de Georg Baring y Walter Fellmann, Gütersioh, 1955-1956 (QGT, VI), pane 2, pp. 20-23. En<br />

adelante: Denck, Schriften (QGT, VI, en sus dos partes).<br />

360 <strong>La</strong> misma metáfora aparece en Juan de Valdés.<br />

361 Denck,, Schriften (QGT, VI),parte 2, 23-26.

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