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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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<strong>La</strong> peor suerte fue la de Nicolás Frey: fue sentenciado a morir ahogado, no sin que se<br />

hubieran hecho varios dramáticos y pacientes esfuerzos para reconciliarlo con su primera mujer.<br />

Catalina fue mandada traer desde Windsheim. Lo visitó varias veces en la cárcel, se arrojó a sus<br />

brazos y lo asedió a súplicas. Había traído consigo a dos de sus hijos para facilitar la<br />

reconciliación si acaso ésta era posible, pero él, obstinadamente, insistió en no tener nada que ver<br />

con ellos. Finalmente, el ayuntamiento lo condenó por bigamia. El servidor encargado de<br />

comunicarle la sentencia era barbitaheño, y él lo llamó Judas, sin perjuicio de que lo llamara<br />

también hermano. Seguro hasta el final de ser la piedra que los edificadores de Estrasburgo<br />

habían rechazado, y cada vez más insolente hasta para con sus simpatizantes, Frey fue llevado a<br />

la cámara del ayuntamiento y de allí al puente sobre el 111 (llamado ahora Corbeau), donde sería<br />

ahogado, sin dudar un solo punto de la consumación final de su misión en la tierra. Tanto él<br />

como Isabel estaban convencidos de que después de la ejecución habría milagros.<br />

Al principio, Isabel suplicó al ayuntamiento que se le permitiera morir con su esposo,<br />

pero ante el fracaso evidente de su misión y ante la ausencia de milagros, imploró a la iglesia de<br />

Estrasburgo que se le perdonaran su locura y su adulterio. Pero incluso esta muestra de<br />

arrepentimiento le pareció insuficiente a Capitón, el cual, deseoso de borrar la impresión causada<br />

por la firmeza de Frey y por las declaraciones que hizo en sus muchos interrogatorios y en el<br />

lugar de su muerte, escribió un folleto sobre el verdadero y el falso martirio, en el cual,<br />

incidentalmente, suministra un número considerable de detalles sobre Frey y sus erróneas<br />

opiniones.<br />

<strong>La</strong> sentencia de Melchor Hofmann fue de prisión perpetua. Pero ni los magistrados ni los<br />

teólogos podían olvidarlo del todo, y esto por; varios motivos: primero, porque el inquieto<br />

profeta llamaba continuamente la atención sobre sí mismo con sus ayunos y sus fulminaciones,<br />

sus enfermedades y sus ataques literarios; segundo, porque algunos magistrados no lograban<br />

sacudirse completamente el obsesionante pensamiento de que Hofmann, después de todo, bien<br />

podía ser -como él no se cansaba de repetir706 el nuevo Elías y el anunciador del papel que su<br />

ciudad podría desempeñar en la Segunda Venida; y tercero, porque tanto los magistrados como<br />

los teólogos de Estrasburgo eran humanitarios y benignos, con mayor razón en el caso de<br />

Hofmann, que a menudo les parecía más un demente que un hereje.<br />

Unos cuantos días después de terminado el sínodo, el ayuntamiento decidió hacer más<br />

severas las condiciones de la cárcel de Hofmann. El, sin embargo, gracias a la ayuda de un<br />

discípulo holandés, Cornelio Polderman (de Middelburg), se las arregló para publicar dos<br />

opúsculos y una relación del sínodo territorial.707 Esta relación de Hofmann estaba hecha para<br />

dejar a sus discípulos neerlandeses la impresión evidente de que él, y no Bucer, era quien había<br />

salido victorioso. En vista de esto, Bucer se sintió obligado a contar por su lado la historia para<br />

utilidad de los lectores de los Países Bajos que estuvieran dispuestos a la moderación;708 y, por<br />

su parte, la comisión nombrada por el sínodo territorial hizo público, tiempo después, su juicio<br />

sobre los libros de Hofmann y de Schwenckfeid que habían sido sometidos al sínodo para su<br />

escrutinio.709<br />

Polderman, en cuanto delegado de Hofmann, era considerado ahora por muchos<br />

hofmannitas como el nuevo Enoc. Si el papeleo título de| nuevo Elías era el primero en la visión<br />

escatológica, el que le seguía en importancia era el de nuevo Enoc. En un principio, como se<br />

706 Ibid., núm. 607.<br />

707 Ibid., núms. 398 y 399.<br />

708 Ibid., núm. 402. <strong>La</strong> traducción holandesa del infórmele Bucer puede verse enBRN, V, 199 ss.<br />

709 Elsass, II, núm. 444.

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