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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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Cristo poi el mundo, y que no entran en este infierno, tendrán que ser arrojados después al otro<br />

infierno. Aquellos que entran en este infierno con Cristo, o sea en Cristo, serán sacados de allí<br />

por Dios, pues Dios no sufrirá que sus miembros permanezcan en el infierno.414<br />

Refiriéndose al mismo estado que Schiaffer describe como "hondura" y Schiemer como<br />

"la segunda gracia" (la gracia del sufrimiento), Spittelmaier emplea la expresión "alma viva<br />

llevada por un cuerpo muerto", en contraste con el cuerpo vivo, pero portador de un alma muerta,<br />

tan común entre los cristianos puramente nominales.415 (Para otras interpretaciones del<br />

descensus en la <strong>Reforma</strong> <strong>Radical</strong> véase infra, cap. xxxii.2.c).416<br />

Un rasgo que caracterizó las proclamas de todos los discípulos de Hut fue el acento de<br />

urgencia escatológica. Spittelmaier fue el que de manera más clara expresó estas opiniones<br />

características en su exposición de "los Siete Decretos de la Escritura", según intituló un escrito<br />

que sería debatido tanto en Nicoisburg, con Hubmaier (cap. ix.2), como en el sínodo de<br />

Augsburgo, con Denck (cap. vii.6).417<br />

El primer decreto es el pacto de Dios en el ya comentado bautismo triple de Espíritu,<br />

agua y sangre (anticipado en cada comunión por el cáliz), en virtud del cual Dios acepta a sus<br />

creaturas como sus propios hijos, prometiéndoles estar con ellos en todas sus tribulaciones, pero<br />

sin ahorrarles mortificaciones, tal como no se las ahorró a su Hijo unigénito. Cuando Dios<br />

convierte a los pecadores y a las pecadoras en hijos e hijas obedientes, los crea por segunda vez,<br />

y,esta segunda creación no es menos milagrosa que la primera, a partir del polvo. Pero la<br />

segunda creación no es para niños a quienes todavía les hace falta saber distinguir entre el bien y<br />

el mal. Schiemer dice que el bautismo por agua, con su intención escatológica, es un sello.<br />

Bautizar a un niño pequeño es como estampar el sello en un sobre dentro del cual no hay sino<br />

una hoja de papel en blanco. Mientras el niño no haya sido llevado, mediante la Luz, al<br />

conocimiento de lo bueno y lo malo, ha de ser contado entre los buenos, pues "de los tales es el<br />

reino de los cielos".<br />

Spittelmaier describe en los siguientes términos el rito de bautismo que practicaban los<br />

anabaptistas austríacos: "Yo bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y<br />

tomo agua de una jarra o de un cubo, y, mojando dos dedos, en ella, hago una pequeña señal de<br />

la cruz en la frente."418 Schiaffer, como Schiemer, sostiene que la edad buena para el bautismo<br />

es la de treinta años, o sea la misma edad de Cristo; dice que la vida cristiana no es un juego de<br />

niños (Kinderspiel), y que después del bautismo vienen las grandes tentaciones:<br />

Cristo mismo lo recibió, de manos de Juan el Bautista, a la edad de treinta años, y<br />

después de eso fue llevado por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por Satanás ..., pues la<br />

vida cristiana no es un juego de niños, sino que debe estar hecha de implacable seriedad, verdad,<br />

valentía y santidad.419<br />

El segundo decreto es la instauración del Reino de Dios para aquellos que son pobres de<br />

espíritu. Combinando las versiones que dan San Mateo y San Lucas de esta parte del sermón<br />

dominical, Spittelmaier interpreta la pobreza de espíritu como un no aferrarse a nada de este<br />

mundo, con la consecuencia de que el acto amoroso de compartir los bienes es una preparación<br />

para el advenimiento del Reino.<br />

414 Ibid., loc. cit.<br />

415 Schornbaum, Bayern, I (QGT, II), 49.<br />

416 Ct. ARG, XXXVIII (1941).<br />

417 Incluido en el punto 10 de la declaración de Spittelmaier de 25 de octubre de 1527: Schornbaum, Bayern, I (QGT, II), 49-50.<br />

418 Muller, Glaubenszwgnisse (QGT, III), 26.<br />

419 Ibid., 92-93.

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