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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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creyó que habían sido gemelos, pero se ha averiguado que no fue así.)25 Alfonso estuvo ocupado<br />

fundamentalmente en actividades administrativas y políticas, y si pertenece al ámbito de nuestro<br />

libro es por la asociación de su pensamiento con cuestiones de religión, mientras que Juan, que<br />

pertenece a él por su importancia fundamentalmente religiosa, tuvo también un papel en la<br />

política y en la vida literaria.<br />

Hijos de una distinguida familia de conversos, nunca habrían de olvidar que un tío<br />

materno suyo, sacerdote, fue quemado por haber recaído en el judaísmo.26 Tuvieron la fortuna<br />

de asistir a las lecciones del humanista italiano Pedro Mártir de Anghiera (1457-1526). En 1520,<br />

Alfonso, miembro de la corte de Carlos, se halló presente en la coronación de éste como Rey<br />

alemán y como Emperador electo en Aquisgrán, y regresó a España lleno de entusiasmo por el<br />

gobernante de Dos Mundos. Alfonso vio en el luteranismo una amenaza no tanto contra la Iglesia<br />

como contra el Imperio. A partir de 1522 su papel en la corte comenzó a ser cada vez más<br />

importante, especialmente desde que, en febrero de 1526, recibió el cargo de "latinista oficial", o<br />

sea secretario del Emperador, honor que hasta entonces sólo se había concedido a italianos. En<br />

esa capacidad publicaría sus dos famosas obras: el Diálogo de las cosas ocurridas en Roma y el<br />

Diálogo de Mercurio y Carón, los dos probablemente entre fines de 1529 y comienzos de 1530;<br />

los dos erasmianos en sustancia, y ambos escritos con un brillo muy español y muy cortesano. En<br />

el primero de los diálogos (entre un arcediano y un seglar llamado <strong>La</strong>ctancio) justificaba Alfonso<br />

el saco de Roma, ocurrido en 1527. Su príncipe ideal era bueno, bienaventurado, y además un<br />

reformador de la Iglesia. <strong>La</strong>s palabras finales del Diálogo están puestas en labios del arcediano:<br />

. . .¿Qué os parece que agora Su Majestad querrá hacer en una cosa de tanta importancia<br />

como ésta? A la fe, menester ha muy buen consejo, porque si él desta vez reforma la Iglesia,<br />

pues todos ya conocen cuánto es menester, allende del servicio que hará a Dios, alcanzará en este<br />

mundo la mayor fama y gloria que nunca príncipe alcanzó, y decirse ha hasta la fin del mundo<br />

que Jesucristo formó la Iglesia y el emperador Carlos Quinto la restauró." (Ed. citada, pp.<br />

154-155).<br />

En el Diálogo de Mercurio y Carón, Alfonso de Valdés indaga con ironía y a la vez con<br />

piedad las formas auténticas de la vida cristiana. ¿Quién es el verdadero cristiano? Valdés no lo<br />

encuentra en los teólogos ni en los dignatarios eclesiásticos, sino en la simplicidad de un alma<br />

anónima que narra su historia mientras espera turno para ser pasada de un lado al otro del río por<br />

el barquero Caronte. El lenguaje de esta alma se parece muchísimo al del alumbrado "dejado"<br />

Ruiz de Alcaraz:<br />

...Yo en mi mocedad me puse no solamente a deprender, mas también a esperintentar la<br />

doctrina cristiana . . . Y como mi intención era buena. . ., hízoseme tan clara la Sagrada<br />

Escriptura e yo me di tan de veras a ella, que en poco tiempo se hallaban ante mí confundidos<br />

muchos teólogos que toda su vida, estudiando en sus inútiles sutilezas, habían gastado . . .<br />

sua vita e il suo pensiero, Bar¡, 1938 (2a ed., Nápoles, 1963), y Domingo de Santa Teresa, Juan de Valdés, 1498(?)-1541: su<br />

pensamiento religioso y las corrientes espirituales de su tiempo, Roma, 1957),<br />

25 (Nieto, Juan de Valdés, pp. 88-104).<br />

26 (Sobre el importante papel de la "casta de los conversos" véase Stephen Gilman, The Spuin of Fernando de Rojas: The<br />

Intellectual and Social <strong>La</strong>ndscape, Princeton, 1972, cap. ni, y también Albert A. Sicroff, Les Controaerses des Statuts de `pureté<br />

de sang" en Espagne, París, 1960. De la lectura de ambas obras se deduce claramente que el afán de evitar la exogamia era<br />

tan intenso entre los conversos como entre los cristianos viejos. Sobre el sacerdote quemado, Fernando de la Barrera, véase su<br />

proceso (Archivo Diocesano de Cuenca), resumido por Nieto, Juan de Valdés' Two Catechisms, introducción, nota 4)

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