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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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así como una carta general de presentación dirigida por los hutteritas a los anabaptistas italianos.<br />

En esa carta, los hutteritas declaran ser anabaptistas comunitarios y se manifiestan prontos a<br />

aceptar como hermanos a los evangélicos de Italia, siempre y cuando no se hayan dejado<br />

contaminar espiritualmente por falsas doctrinas acerca de la naturaleza de Cristo, la resurrección<br />

de la carne, los ángeles, los demonios u otras cuestiones (alusión evidente a las doctrinas<br />

aprobadas por el sínodo veneciano de 1550). Gherlandi llevaba también consigo una lista de más<br />

de cien hutteritas italianos residentes en más de sesenta localidades de Hungría, el norte de Italia,<br />

el Trentino y Retia.1372<br />

El 21 de marzo de 1559, Gherlandi atrajo la atención de las autoridades en el momento<br />

mismo de llegar a Venecia, por haberse negado, como buen anabaptista, a hacer un juramento: se<br />

trataba de las autoridades portuarias, y del juramento de no padecer ninguna enfermedad. Dejado<br />

en libertad, apareció unos días más tarde en su nativa Treviso, donde habló públicamente en<br />

contra de la iglesia católica romana. Fue aprehendido e interrogado allí mismo, y luego<br />

trasladado a la cárcel de Venecia, de donde logró huir, tras lo cual regresó a Moravia.<br />

Nos lo encontramos de nuevo en Italia hacia la Navidad de 1560. En octubre de 1561 fue<br />

aprehendido otra vez cerca de Treviso, y encerrado en la cárcel de San Giovanni in Bragora, en<br />

Venecia.- Desde aquí, el 4 de octubre de 1561, escribió una carta al obispo Leonardo Sailer<br />

<strong>La</strong>nzenstiel, de Moravia (cap. xxvi. I).1373 Gherlandi expone en ella su aflicción, pero su<br />

lenguaje expresa un espíritu valeroso, firme en la fe: "No dudes ni por un momento de que en esa<br />

hora [del posible martirio], según la verdadera promesa divina, me será dada una sabiduría contra<br />

la cual no podrá prevalecer ninguno de los adversarios." Pocos días más tarde redactó Gherlandi<br />

una extensa confesión de fe en la cual explica, además, las razones que lo movieron a abandonar<br />

el catolicismo y unirse a los hutteritas, diciendo que éstos son, para él, la mejor ejemplificación<br />

de la "gente santa, pueblo adquirido" (I Pedro, 2:9), renacido en el Espíritu y triunfador, junto<br />

con Cristo, del pecado de Adán. Sus últimas palabras dicen: "Tal es mi simple confesión. Pido<br />

que sea aceptada con indulgencia, pues no soy orador, escritor ni historiador, sino sólo un pobre<br />

linternero, aunque en verdad no soy pobre, puesto que ciertamente estoy contento con mi suerte."<br />

El 16 de noviembre Gherlandi fue examinado por tres teólogos. El problema debatido entre los<br />

inquisidores y el hutterita giraba en torno a la relativa autoridad de la iglesia, la tradición y las<br />

Escrituras. Los jueces católicos declararon que Gherlandi permanecía "obstinado en el crimen de<br />

herejía", y lo dejaron consumirse en la cárcel, donde él se dedicó a convertir a los demás presos.<br />

Un sacerdote lo reprendió y trató de obligarlo a pedir perdón a los jueces por el delito de<br />

proclamar su evangelio estando encarcelado, a lo cual replicó: "Yo sólo doblo la rodilla ante<br />

Dios, no ante los hombres de este mundo."<br />

Éste es el momento oportuno para intercalar la historia del ya mencionado Francisco<br />

della Sega. Nacido en Rovigo en 1528, el futuro mártir del anabaptismo estudió derecho civil en<br />

Padua. Afligido por una enfermedad cuya causa era la vida alegre que llevaba como estudiante, y<br />

reprendido por un piadoso artesano, Francisco se dedicó a leer asiduamente el Nuevo Testamento<br />

y resolvió modelar su vida sobre la de Cristo. Su conversión fue completa. Abandonó los libros<br />

de derecho y se hizo sastre, sin hacer caso de las risas de sus familiares y amigos. En algún<br />

momento ingresó en las filas del movimiento anabaptista. En la tradición sociniana se le recuerda<br />

entre los que se refugiaron en los Grisones después de 1551.<br />

Hacia 1557 se encontraba en Viena, y después, en compañía de un amigo húngaro, se<br />

dedicó a viajar por Hungría y Eslovaquia. Habiendo tenido noticia de los hutteritas por boca de<br />

1372 Esta lista de localidades ha sido publicada por Stella, Cinquecento véneto, p. 106, nota 79.<br />

1373 <strong>La</strong> carta, que nunca llegó a manos de <strong>La</strong>nzenstiel, se conserva en el archivo de Venecia. Cf.ibid., p. 108, nota 82.

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