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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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corriente" (o sea la gran mayoría) y sobre las personalidades excéntricas de la <strong>Reforma</strong> <strong>Radical</strong><br />

se han caracterizado notablemente por el escrutinio tipológico desde el punto de vista de la<br />

sociología de la religión (Ernst Troeltsch) y, en épocas más recientes, de la psicología de la<br />

religión. Más aún: ni siquiera los investigadores que personalmente siguen profesando alguno de<br />

los credos de la tradición que sobrevive de la <strong>Reforma</strong> <strong>Radical</strong> (mennonitas, hutteritas,<br />

schwenckfeldianos, unitarios, así como los de otras denominaciones modernas simpatizantes con<br />

ellos, en especial los baptistas y los cuáqueros) han estado inmunes a esa tendencia, explicable<br />

por un deseo subliminal de percibir retrospectivamente tipos ideales como sanción para las<br />

posiciones que, aunque recibidas y transmitidas ciertamente en esas varias tradiciones, no se<br />

consolidaron sino poco a poco a través del tiempo. Los investigadores neutrales en cuanto a lo<br />

religioso, y los historiadores marxistas que trabajan sobre los mismos materiales, han aportado<br />

también sus propios presupuestos, y han quedado también atrapados en la visión esquemática<br />

convencional. Sólo el, la literatura más reciente se ha comenzado a ver a los radicales como<br />

individuos dentro de movimientos que conocieron cierto número de fases, permutaciones,<br />

diferenciaciones e interpenetraciones, si bien también los investigadores contemporáneos, a<br />

semejanza de sus predecesores, son incapaces de abandonar del todo la nomenclatura<br />

taxonómica.<br />

Aunque la <strong>Reforma</strong> <strong>Radical</strong> fue en última instancia separatista, sería naturalmente una<br />

equivocación dar por sentado que la teología de la <strong>Reforma</strong> Magisterial hubiera sido incapaz de<br />

propagación sin la ayuda de los magistrados: ahí están, para demostrar lo contrario, las<br />

extraordinarias conquistas de los hugonotes en la Francia católica, allí están los "helvéticos" en el<br />

área católica (ortodoxa) de Polonia-Lituania, y los calvinistas en el nacimiento de la nación<br />

holandesa. A pesar de ello, los cristianos reformados (y en menor medida los luteranos), forzados<br />

a organizarse en un medio hostil, presuponían o proponían un estado verdaderamente cristiano, o<br />

cuando menos un estado que les diera apoyo, y llevaban siempre la semilla de una comunidad<br />

cristiana completa- dentro de las cascarillas temporales y protectoras de sus conventículos,<br />

clandestinos por lo común. En principio, y sobre todo cuando existía una favorable coyuntura de<br />

acontecimientos, no rehuyeron el combate por la palabra de Dios.<br />

En lucha contra el protestantismo magisterial y contra sus avanzadas provisionalmente<br />

"sectarias" en territorios católicos, se extendió la <strong>Reforma</strong> <strong>Radical</strong>, determinada a erradicar los<br />

abusos, lo cual le impuso la necesidad de prescindir de los magistrados no regenerados, así como<br />

de los prelados principescos.<br />

Esta <strong>Reforma</strong> <strong>Radical</strong> fue un amontonamiento, muy laxamente integrado, de reformas y<br />

restituciones doctrinales e institucionales suscritas por anabaptistas de varios tipos, por<br />

espiritualistas y espiritualizantes de diversas tendencias (desde el marcial Tomás Müntzer,<br />

pasando por el Grübler individualista Sebastián Franck, hasta el quietista y pietista Gaspar<br />

Schwenckfeld), así como por los racionalistas evangélicos, para quienes la única base esencial<br />

era el Nuevo Testamento (desde Juan de Valdés, pasando por Lelio Socino, hasta Pedro<br />

Gonesius).<br />

En contraste con los protestantes, los radicales de las tres tendencias dentro de la<br />

<strong>Reforma</strong> <strong>Radical</strong> afirmaron, en principio, la necesidad de establecer una separación entre sus<br />

iglesias y el estado nacional o territorial, si bien hubo en esto algunas excepciones: entre los<br />

müntzeritas, por ejemplo, Conrado Grebel procuró, a manera de transición, la creación de un<br />

ayuntamiento regenerado en Zurich, y otro tanto hizo Baltasar Hubmaier en Waldshut, y después<br />

en Nicolsburg; lo mismo cabe decir de los münsteritas, de la mayor parte de los unitarios<br />

transilvanos y de una tenaz sección de los hermanos polaco-lituanos, seguidores de Simón Budny

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