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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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prestigio gozó en las ciudades universitarias donde él había vivido). Al identificar el alma del<br />

mundo con la raizo humana purificada o enriquecida por la visitación del Espíritu Santo a los así<br />

renacidos, o sea a los elegidos e iluminados, Camilo podía ir más allá de la concepción<br />

meramente averroísta de una inmortalidad impersonal consistente en la absorción en el alma del<br />

mundo y reafirmar la esperanza paulina de la resurrección en cuerpos espirituales. Los renati son,<br />

en consecuencia, los elegidos que han renacido en el Espíritu y aguardan la resurrección de los<br />

justos. Este averroísmo escatológicamente reinterpretado fue, dicho sea de paso, uno de los<br />

impulsos más importantes para la nueva interpretación religiosa del papel de la razón en la<br />

corriente que hemos llamado "racionalismo evangélico".<br />

Mainardo se esforzó sobre todo en hacer que Camilo afirmara explícitamente su fe en la<br />

inmortalidad natural, diciendo que, en caso contrario, no se le podría considerar miembro de la<br />

iglesia local, ni siquiera cristiano. Mainardo se oponía igualmente a otra variante del<br />

psicopaniquismo que veía en sus adversarios, o sea la creencia en el sueño del alma en espera de<br />

la resurrección, opinión favorecida por algunos anabaptistas alemanes, y representada también<br />

entre los radicales italianos (cap. xxn.2).<br />

<strong>La</strong> concepción que Camilo tenía de la elección, combinada con sus opiniones sobre la<br />

experiencia de la regeneración espiritual, llevó a algunos de sus seguidores y de sus socios a un<br />

antinomianismo que, escudándose en pasajes de San Pablo, llegó al extremo de afirmar que no<br />

hay en el hombre ninguna ley natural que permita discernir qué cosas deben hacerse y qué cosas<br />

no deben hacerse, y, en consecuencia, que los creyentes, por su parte, no tienen necesidad de esa<br />

ley natural, y ni siquiera de los Diez Mandamientos, pues los renacidos son hombres espirituales,<br />

que "juzgan todas las cosas" (I Corintios, 2:15). Inmediatamente se ve cómo esta embriagadora<br />

combinación de predestinación y espiritualismo podía desembocar en el libertinismo espiritual,<br />

que aquí y allá estaba corroyendo cada vez más los valores y los motivos tradicionales,<br />

propugnados por las sectas moralistas no menos que por las iglesias establecidas, puesto que los<br />

libertinos espirituales, al mismo tiempo que afirmaban su libertad espiritual, declaraban<br />

eliminados el infierno y el purgatorio y negaban incluso que habría un juicio final para los<br />

malvados, en cuyo número ciertamente hubieran podido contarse ellos a la larga. Ya en 1541,<br />

dándose cuenta de esta amenaza implícita en el "anabaptismo" espiritualista, Celio Secondo<br />

Curione había escrito en Lucca su De immortalitate animorum "contra los anabaptistas, los<br />

saduceos y los epicúreos".1294<br />

En cuanto a la teología "sacramental" de Camilo en esta etapa del conflicto con<br />

Mainardo, lo único que cabe señalar es que él siguió negando categóricamente que el bautismo y<br />

la eucaristía fueran sacramentos, y desconociendo en ellos toda función confirmatoria o<br />

ratificatoria. He aquí, por ejemplo, lo que escribió en el Trattato:<br />

Por lo que atañe al bautismo y a la Santa Cena, declaro y afirmo que no es función, ni<br />

primaria ni secundaria, de ninguno de ellos el ser sellos (suggelK) confirmadores o<br />

certificadores, en primer lugar porque esas designaciones (nomt) no les están bien ... y en<br />

segundo lugar porque no encontramos en las Escrituras que Cristo los haya instituido con<br />

semejante propósito. . . Una cosa es significar algo, y otra confirmarlo.1295<br />

En estos momentos de su conflicto con Mainardo, Camilo no dejó traslucir su interés por<br />

la ágape (el epulum y la libado). A propósito del bautismo, siguió considerando como inválido el<br />

1294 Markus Kutter, Celio Secando Curione, Basilea, 1955, p. 44.<br />

1295 Cantímori y Feist, op. cit., pp. 51-52; Rotondó, "Gamillo", p. 350.

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