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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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Tinnegieter llegó al extremo de atacar y calumniar malévolamente a Ebbe Pieters. el moderado<br />

pastor frisio de Harlingen. Y las controversias y recriminaciones no tenían fin.<br />

Los ecos de la poco edificante contienda llegaron, en Danzig, a oídos de Dietrich Philips.<br />

Mandó desde Prusia una carta1834 en que expresaba su preocupación y su tristeza por el nuevo<br />

brote de disensión, que ocurría en momentos en que la iglesia reformada crecía en poder e<br />

influencia, de manera que le sería fácil aprovecharse de las querellas entre los mennonitas.<br />

Dietrich exhortaba a la armonía a los bandos antagónicos, y daba a entender que con todo gusto<br />

iría él a pronunciar sentencia; pero la insinuación cayó en saco roto.<br />

Lo que convinieron las dos facciones fue que vinieran como árbitros dos ministros de<br />

fuera de la región afectada, y la elección recayó sobre dos pastores de Hoorn, Juan Willems y<br />

Lubbert Gerrits. Éstos, a su vez, eligieron a otros diez como colaboradores. Exigieron ante todo<br />

que los pleiteantes firmaran un documento en que se comprometían a plegarse a su arbitraje; y,<br />

después de prolongadas negociaciones e investigaciones, convocaron una solemne junta que se<br />

celebró el 1° de febrero de 1567 en Harlingen, y a la cual asistieron delegaciones de cerca y de<br />

lejos. Después de un informe en toda regla acerca de lo que habían averiguado, los arbitradores<br />

requirieron que los miembros de los dos bandos se pusieran de rodillas, confesaran su culpa y<br />

pidieran perdón. Los frisones se arrodillaron primero, dijeron lo que tenían que decir y se<br />

levantaron. Cuando les tocó el turno a los flamencos y comenzaban ya a levantarse después de<br />

estar de rodillas, se les dijo que tenían que dejarse levantar por la mano de los frisones, porque<br />

eran ellos los que cargaban con la mayor carga de culpa. Humillados, y sintiéndose víctimas de<br />

una trampa, los flamencos protestaron ruidosamente y declararon sin validez su compromiso y su<br />

confesión de culpa. No hace falta decir que la situación empeoró.1835<br />

Estando en este atolladero, los frisones acudieron a Dietrich Philips pidiéndole que<br />

interviniera personalmente, pero su carta1836 era tan zalamera, que Philips sospechó de su<br />

sinceridad. Philips mismo se encontraba en un dilema. Básicamente dispuesto a favorecer a las<br />

asambleas eclesiásticas y a los ancianos sobre los cuales presidía como principal obispo, en el<br />

curso de la querella acabó por cambiar completamente de postura. Ya había expresado su<br />

desaprobación de la confederación de iglesias ideada por los frisones, cosa que él encontraba<br />

ajena a la tradición apostólica, y ahora hizo saber que los dos arbitradores elegidos, Juan<br />

Willems y Lubbert Gerrits (a quienes él mismo había ordenado tiempo atrás), eran, en su<br />

opinión, demasiado jóvenes para ejercer la autoridad de que se les había investido. En respuesta<br />

a los frisones, Philips emprendió el que sería su último viaje: se presentó en Emden y pidió que<br />

comparecieran ante él los dos bandos antagónicos. Willems y Gerrits se excusaron diciendo que<br />

su congregación no les daba licencia de salir de Hoorn. Philips, que tomó esto como prueba de<br />

una mala conciencia, escribió entonces a la congregación de Hoorn, recordándoles a los jóvenes<br />

ministros que su posición se la debían a él y, de hecho, destituyéndolos de su cargo mientras no<br />

borraran las sospechas que habían caído sobre ellos por no haber comparecido ante él en Emden.<br />

Presionados así, los frisones mandaron una delegación de nueve miembros, pero entre éstos no<br />

iban los dos cuya presencia exigía Philips. Semejante conducta predispuso aún más a Philips, y<br />

lo confirmó en su idea de que la única manera de acabar con el pleito era hacer que se<br />

enfrentaran los flamencos y los frisones en su presencia. Despidió con cajas destempladas a los<br />

nueve ministros no invitados y escribió otra carta anunciando de nuevo la destitución de los dos<br />

1834 El 19 de septiembre de 1566.<br />

1835 Keeney, "Dirk Philips", loc. cit., p. 189.<br />

1836 Escrita por Hoyte Renix (17 de abril de 1567).

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