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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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los confines del cristianismo; y esto acarreaba consigo un enaltecimiento de la situación de los<br />

infieles respecto de los beneficiarios del cristianismo cultural.<br />

Al negar la paridad de los dos Testamentos y la unidad del pueblo escogido de la Alianza<br />

Antigua y la Alianza Nueva (unidad y paridad implícitas en la insistencia protestante en la<br />

elección), y al rechazar la ecuación de circuncisión y bautismo, los radicales no sólo se pusieron<br />

en contra de la reorganización de una iglesia que, diciéndose basada en el evangelio, estaba<br />

manejada por magistrados que se hallaban bajo "la ley", sino que, dando un paso más,<br />

rechazaron también algunas de las doctrinas que ellos sentían como colgajos de una concepción<br />

ya abolida de la validez de la ley. Los radicales captaron instintivamente, aunque no siempre de<br />

manera bien articulada, la palpable evasión de las consecuencias de la novedad o renacimiento<br />

en Cristo por parte de los reformadores magisteriales, al ver cómo éstos se veían en tan serios<br />

apuros teológicos para mantener en tensión dialéctica la ley y el evangelio, la justicia y el amor,<br />

la justificación y la santificación, el estado y la iglesia. Al separar estas parejas de contrarios, o al<br />

identificarlas a su propia manera, los radicales se fueron alejando más y más de esos correlatos<br />

doctrinales o sostenes de la tensión ley-gracia que son la doctrina de la predestinación, la<br />

doctrina anselmiana de la redención y la doctrina nicena de la Trinidad, en la medida en que<br />

consideraron esta última como una fórmula para proyectar en la Divinidad la sanción de la<br />

supuesta unidad de justicia y amor.<br />

Separados de las iglesias territoriales y repudiando, por cuestión de principio, la idea toda<br />

de que un pueblo renovado por Dios estuviera controlado por magistrados, aunque éstos pudieran<br />

ser benévolos, los sectarios radicales desparramaron por todas partes, sin hacer el menor caso de<br />

fronteras territoriales o de leyes locales, emisarios de su fe y ejemplos vivos de que ellos eran los<br />

depositarios de un evangelio a la vez nuevo y antiguo, del cual urgía hacer partícipe al mundo<br />

entero. Con la imaginación exaltada por los más variados estímulos -los vastos panoramas que<br />

les ponía ante los ojos el estudio de la Biblia, los rumores apocalípticos, sus frecuentes y largos<br />

viajes—, los radicales se preguntaron cuál podría ser el significado providencial y redentivo de la<br />

pertinacia de los judíos, de los éxitos militares de los turcos, y de la apertura de continentes<br />

enteros habitados por gentes que no habían oído hablar nunca de Adán y su caída ni del Segundo<br />

Adán y una redención provisional.<br />

Así, pues, al lado de los impulsos vagamente católico-enuménicos y universalistas de la<br />

<strong>Reforma</strong> <strong>Radical</strong> hubo otros que fueron intensamente misioneros. Estudiaremos unos y otros<br />

bajo cinco encabezados.<br />

a) Paganos, judíos y musulmanes en la perspectiva de la <strong>Reforma</strong> <strong>Radical</strong><br />

Una nota universalista y ecuménica que resonó en la <strong>Reforma</strong> <strong>Radical</strong> fue la<br />

interpretación escatológica del destino de los judíos, la interpretación profética de las victorias<br />

militares que hacia esa época ganaban los turcos, y la interpretación ambivalente, entre<br />

primitivista y misionera, de los paganos de las tierras recién descubiertas. Dicho de manera<br />

general, hubo tres maneras de considerar a esos tres principales grupos de seres humanos ajenos<br />

al cristianismo.<br />

En cuanto a la relación con los judíos, los radicales desplegaron una considerable<br />

variedad de actitudes, desde el grueso antisemitismo de Baltasar Hubmaier (antes de su adopción<br />

del anabaptismo, cap. iv.2.a) hasta el ecumenismo interconfesional de Jacobo Paleólogo (cap.<br />

xxix. 4), con su visión de una iglesia sumamente abarcadura, en la cual, al lado cíe los cristianos,<br />

entraban los judíos, turcos y gentiles.

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