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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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en medida menor, ciertos anabaptistas contemplativos o espiritualistas como Juan Denck y el<br />

hutterita Ulrico Stadler, tendían a considerar la Escritura como testigo de la fe o como alimento<br />

de una fe ya formada.<br />

<strong>La</strong>s opiniones del espiritualista racional Sebastián Franck se pueden resumir en estas<br />

palabras suyas:<br />

Lo único que la Escritura y los hombres pueden dar a una persona y a un hermano<br />

creyente es cierto testimonio, pero no le pueden enseñar qué cosa es [directamente] lo divino.<br />

Por santos que sean, no son verdaderos maestros, sino sólo unos testigos y un testimonio. <strong>La</strong> fe<br />

no se aprende de los libros ni de una persona, por santa que ésta sea, sino que es enseñada y<br />

derramada por Dios en la Escuela del Señor, esto es, bajo la cruz.1920<br />

Franck, para el cual el contraste entre el mundo y el espíritu es lo mismo que el contraste<br />

entre la mera apariencia (Schein) y la realidad última (Sein), sostiene que la fe o el espíritu del<br />

hombre expresado como fe, siendo como es la Palabra interior o el Cristo divino de dentro,<br />

capacita al verdadero creyente para percibir amorosamente aquel profundo significado que<br />

permanece escondido para los mundanos, entre los cuales se cuentan los escribas sin amor y los<br />

teólogos ortodoxos atados a la palabra externa o bíblica.<br />

El motivo de la Palabra interior es el que aparece con mayor constancia en el<br />

pensamiento de Franck. <strong>La</strong> Palabra y el Espíritu Santo en el interior de cada individuo resultan a<br />

veces intercambiables, pero también se hace un esfuerzo por distinguirlos. El papel propio de la<br />

Palabra interior es dar luces, el del Espíritu Santo disponer la voluntad. Pero, de hecho, el<br />

Espíritu viene a ser un modo de la Palabra. Esta Palabra es la luz divina en el interior de cada<br />

individuo (Juan, 1:9), consubstancial con Dios. En la Palabra interior o viva es donde el hombre<br />

encuentra todo cuanto le es necesario para su salvación. <strong>La</strong> Palabra literal de la Biblia y la<br />

Palabra encarnada que fue Jesucristo no tienen otro propósito que despertar "la semilla" de<br />

redención que duerme dentro del individuo, y dar testimonio de la verdad eterna que cada<br />

individuo lleva consigo. <strong>La</strong> fe verdadera no tiene por objeto principal los hechos de la historia de<br />

la redención registrados en la Biblia. Por la fe, una persona devota puede encontrar esa Palabra<br />

redentora dentro de sí misma, en cualquier lugar, en todos los tiempos, "pues Dios no hace<br />

acepción de personas".<br />

El espiritualista evangélico Gaspar Schwenckfeld estaba también, a su manera, en<br />

guardia contra la tentación de levantar la Palabra exterior, o sea la Escritura, por encima de la<br />

Palabra viva o Palabra interior que es el Cristo de dentro. Según su punto de vista, las Escrituras<br />

"indican ciertamente quién y qué cosa es la Palabra de Dios, pero no pretenden hacerse pasar por<br />

esa Palabra. Apuntan siempre, más allá de sí mismas, a Cristo, preexistente y ahora reinante, que<br />

debe predicarse y pronunciarse a sí mismo en el corazón creyente a través del Espíritu Santo, y<br />

que es la Palabra, la Potencia y la Sabiduría de Dios".1921 Según Schwenckfeld, la Biblia se<br />

entiende cristocéntricamente. Su significación es revelada por la Palabra interior como testigo de<br />

la fe cristiana en la Palabra histórica que apareció revestida de carne visible y celestial.1922 Con<br />

esta reserva espiritualista, Schwenckfeld se complacía en sugerir que la Escritura responde a<br />

cuatro necesidades. En primer lugar, le da al hombre innumerables ejemplos de vida santa (los<br />

1920 SAW, p. 157. 908.<br />

1921 CS, V, 126 (hay traducción inglesa en Maier, Schwenckfeld, p. 27). Véasesupra, cap. x, a la altura de la nota 53, otra<br />

declaración de Schwenckfeld sobre su Cristo interior.<br />

1922 CS, XII, 428 y 431.

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