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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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Bucer y de los delegados de los gremios, habló de la profunda aflicción que le había causado el<br />

espíritu tan contrario a la Biblia del párroco de su pueblo y de los prósperos miembros de la<br />

iglesia reformada que, sin remordimientos de conciencia, cobraban intereses a los pobres y<br />

necesitados hasta exprimirlos. Había llegado -dijo- a la conclusión de que los explotadores de los<br />

pobres de Dios debían ser excomulgados. Una vez que comprobó que el pastor de su pueblo se<br />

negaba totalmente a cooperar en sus esfuerzos por hacer más justa la vida económica de la<br />

parroquia, Schnabel decidió separarse, y en torno a él se congregó un fiel grupo de disidentes que<br />

sentían de la misma manera. Hay en la protesta de Schnabel un eco de la convicción política que<br />

hemos escuchado en los artículos religioso-políticos propuestos por Westerburg en Francfort, por<br />

Kautz y Rinck y otros en Worms, e incluso por Grebes en Zurich, y que se puede concretar en la<br />

petición de que los santos tuvieran una voz determinante en la selección de magistrados y<br />

pastores piadosos que no explotaran a las personas económicamente débiles en una población o<br />

parroquia reformada.<br />

En todo caso, Schnabel, poseído de ese celo por la justicia social, había llegado a la<br />

conclusión de que la rectitud de conducta podía conseguirse mejor en el interior de iglesias<br />

pequeñas, preocupadas por su propio reclutamiento y por su propia disciplina, y compuestas de<br />

creyentes explícitos, sin lazos de dependencia respecto del príncipe ni de los magistrados en<br />

cuanto tales. Cuando los cristianos estuvieran organizados de esa manera, entonces, y sólo<br />

entonces, podría hacerse la distinción entre la excomunión eclesiástica y la expulsión política. En<br />

los tiempos que corrían -dijo-, los evangélicos más serios y celosos estaban siendo políticamente<br />

expulsados como separatistas, mientras que la iglesia estatal, al hacer un uso meramente<br />

superficial de la excomunión disciplinaria, estaba acrecentando de hecho la insatisfacción de los<br />

escrupulosos y multiplicando, en consecuencia, el número de los disidentes.<br />

Del lado anabaptista se encontraban, además de Schnabel, los evangelistas Leonardo<br />

Fálber (de Maastricht), Hermán Bastían y Pedro Lose, compañeros suyos de prisión, y estuvieron<br />

juntos en la discusión de las cuestiones clásicas sometidas a debate: el bautismo, la vocación y el<br />

ministerio de los pastores y el papel de los magistrados. A propósito del bautismo, insistieron<br />

todos ellos de tal manera en la necesidad de la instrucción y de la fe explícita como condiciones<br />

previas al acto en sí, que Bucer tuvo que reconocer allí mismo lo importante que era instituir una<br />

educación religiosa seria y hacer que el voto bautismal implícito de la infancia se convirtiera en<br />

un voto explícito mediante una ceremonia de confirmación, Bucer reconoció también la validez<br />

de la excomunión, siempre que se recurriera a ella con moderación, haciendo observar cómo San<br />

Pablo, en el caso de los corintios flagrantemente inmorales y testarudos, procedió con lentitud<br />

antes de excluir a los pecadores más escandalosos.<br />

El debate no condujo a ninguna conclusión precisa. Con todo, se puede decir que hasta<br />

estos momentos no nos hemos encontrado con ningún otro de la Era de la <strong>Reforma</strong> en que cada<br />

uno de los bandos haya estado tan abierto a lo que decía el otro, y tan dispuestos todos a entender<br />

las razones del antagonista.<br />

Después de salir de Marburgo, desde donde se dirigió a Wittenberg, Bucer escribió a<br />

Felipe una carta en que lo instaba a reorganizar de tal manera la iglesia territorial, que resultara<br />

aceptable para los disidentes, y que incluyera entre sus características importantes un programa<br />

de educación de los niños y una práctica sensata de la excomunión.1014 Los anabaptistas<br />

reconocieron ¡a seriedad con que Bucer se había esforzado en comprender su punto de vista, así<br />

como la magnanimidad y la persistente tolerancia del landgrave, y menos de un año después de<br />

1014 Carta del 17 de noviembre de 1538.

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