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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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prometido" (cosa que ciertamente no admitían los judíos) y que, llegado el día de la Segunda<br />

Venida, sería resucitado para ser juez de todos los hombres, buenos y malos (en lo cual era<br />

David más tradición alista que Socino); pero, mientras llegaba ese día, no había razón para<br />

adorarlo ni para dirigirle oraciones, como si estuviera vivo en el cielo. (Tiempo después, esta<br />

fundamental convicción escatológica y cristológica de David se reafirmaría entre los unitarios de<br />

Transilvania, cuyo lema, "Dios es Uno", se endereza no sólo contra los cristianos de cristología<br />

ortodoxa, sino también, y muy concretamente, contra los hermanos polacos que aceptaron la<br />

doctrina de Socino.)<br />

David permaneció inconmovible. Entonces Blandrata hizo que se le suprimiera la renta<br />

que recibía de la iglesia. David protestó, comparándose con Servet perseguido por Calvino.<br />

Blandrata le advirtió que, de no abandonar su escandaloso nonadorantismo, sería acusado y<br />

juzgado por su innovación en la próxima reunión de la dieta. El problema fue remitido a una<br />

comisión de ministros, que a su vez decidió remitirlo a un sínodo general. Otra cosa que propuso<br />

Blandrata fue pedir que los hermanos polacos juzgaran las opiniones de los dos lados, por<br />

escrito, y que mientras tanto David guardara silencio. David dijo estar de acuerdo, pero casi en<br />

seguida, en su calidad de superintendente, convocó a un sínodo en Torda, en rebeldía contra<br />

Blandrata y sin esperar la contestación de las iglesias polacas.<br />

Blandrata llegó por fin a la conclusión de que David era incorregible. Valido de la<br />

posición que ocupaba en la Iglesia Menor de Polonia y de su estratégico cargo en la ahora<br />

católica corte de Transilvania, pudo convocar a cincuenta personalidades del clero y hacerles una<br />

detallada exposición de las razones por las cuales la innovación de David tenía que ser llevada<br />

ante la dieta. Dio a cada uno de los reunidos un resumen de las doctrinas de David que dejaba<br />

muy mal parado al superintendente, y ejerció asimismo otra ciase de presiones, dando a entender<br />

que si ellos, los pastores, no votaban en el sínodo de la manera adecuada, se exponían a ser<br />

destituidos de sus puestos y expulsados. Al mismo tiempo escribió a Socino para hacerle saber a<br />

David que, aunque hasta esos momentos lo había defendido ante el príncipe, ahora se veía<br />

obligado a ponerse en su contra. <strong>La</strong>s consecuencias no se hicieron esperar: el voivoda católico<br />

ordenó al ayuntamiento de Kolozsvár que Se quitara su pastorado a David y lo mantuviera<br />

arrestado en su casa.<br />

Sintiéndose traicionado por Socino, David lo expulsó de su casa. El día siguiente predicó<br />

en las dos iglesias de Kolozsvár, informó al pueblo de lo que estaba a punto de ocurrir y defendió<br />

todas las doctrinas unitarias, declarando que la adoración de Cristo era tan ilegítima como la<br />

invocación de la Virgen y de los santos. Éste sería el último de sus sermones.<br />

Irritado por la acción de David, Cristóbal Báthory le ordenó comparecer ante la dieta de<br />

Torda en abril de 1579; pero luego, temeroso de la amenaza que significaba la presencia de<br />

algunos simpatizantes aristócratas, pospuso el problema de la innovación, y David no sólo no<br />

asistió a la dieta, sino que quedó encarcelado. Lo que Blandrata sentía ahora por él era una<br />

implacable enemistad personal. Rechazó cuanta petición se le hizo para aligerar el sufrimiento<br />

físico del prisionero. Lo mantuvo estrictamente vigilado por guardias, y muy raras veces<br />

permitió que lo visitaran sus familiares. Cuando por fin fue llevado David a la corte del príncipe<br />

en Gyulafehérvár, su salud estaba muy quebrantada. Durante la audiencia se adujeron pruebas<br />

que demostraban que las opiniones de David sobre la adoración de Cristo,-lejos de ser una<br />

"innovación", habían sido sostenidas en un tiempo por el propio Blandrata. Los miembros del<br />

clero, con una sola excepción, se mostraron indecisos. Los nobles apoyaron a David. Los<br />

jesuítas, por supuesto, lo condenaron. Los acusadores pidieron que se le tratara con benignidad,<br />

pero los ministros húngaros calvinistas insistieron en la pena de muerte. El príncipe, tras

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