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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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Denck, por su parte, una vez que terminó el sínodo salió de Augsburgo en compañía de<br />

varios otros anabaptistas, y poco después se le vio en Ulm e incluso en Nuremberg.<br />

Evidentemente, ya no se sentía obligado por su antiguo juramento de no volver a poner los pies<br />

en esta ciudad. No tardaron en llegar las noticias de la desastrosa aprehensión de los hermanos<br />

que se habían demorado en Augsburgo o en sus alrededores. Este súbito derrumbe de los<br />

grandiosos planes del sínodo de Augsburgo desalentó muchísimo a Denck y lo convenció de que<br />

a través de una serie de contratiempos, comenzando con su destierro de Nuremberg, Dios había<br />

querido mostrar que no veía con buenos ojos la causa anabaptista. Y, por otra parte, se había<br />

dado cuenta, con gran dolor, del carácter disruptivo y sectario del movimiento que él había<br />

acaudillado. Lleno de remordimientos, se retiró a su amada Basilea.<br />

Estando ya en Basilea escribió una carta dirigida a su antiguo maestro y protector,<br />

Ecolampadio, en la cual expresa su desilusión por los excesos del anabaptismo, y su melancólica<br />

admisión de que el radicalismo de este movimiento no obedecía seguramente a la voluntad de<br />

Dios. En su carta solicitaba también Denck la comprensión y la ayuda del reformador de Basilea.<br />

Ecolampadio respondió favorablemente, y Denck redactó una especie de apología pro vita sua<br />

que Ecolampadio, de manera un tanto tendenciosa, publicó como una abjuración.443 En ella<br />

modera Denck su punto de vista acerca del bautismo. El bautismo -dice- es la señal mediante la<br />

cual el cristiano queda inscrito en la iglesia; la extensión de este privilegio a los niños es una<br />

ordenación humana, pero tolerable, y él se abstendrá en lo sucesivo de protestar contra ella. Por<br />

lo demás, no se arrepiente de haber rebautizado. Se contenta con dejar las cosas en el estado en<br />

que están, en tanto no reciba del Señor alguna otra instrucción clara. Sigue pensando, con San<br />

Pablo, que "el hombre espiritual juzga todas las cosas" y en consecuencia no está atado por<br />

ninguna forma, pero, movido por razones de caridad cristiana, acepta someterse al uso cristiano<br />

que prevalece. Así, pues, su rechazo del sectarismo, fomentador de divisiones, se debió a su<br />

esplritualismo maduro, pero lo que lo llevó a someterse a la iglesia establecida de Basilea fue<br />

sólo un acto de prudencia o de caridad. Incluso en Augsburgo, al terminar el sínodo, Denck había<br />

demostrado lo cerca que andaba del punto en que el espiritualismo contemplativo avanza hacia el<br />

anabaptismo. En Basilea cruzó la frontera en sentido inverso. El humanista católico de 1520 se<br />

había convertido en 1527 en un obediente espiritualista protestante.<br />

Hombre de temperamento apacible, poco dado a controversias, mal preparado para ser, ni<br />

siquiera temporalmente, el caudillo del anabaptismo en el Sur de Alemania, Denck no tuvo<br />

nunca un lugar permanente de residencia. Antes de cumplir los treinta y dos años murió de la<br />

peste, poco después de haber redactado su apología.<br />

***<br />

443 Denck, Schriften (QGT, VI), parte 2, 104-110.

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