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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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excepción del Buen <strong>La</strong>drón crucificado con Cristo, al cual, según reconocían ellos, se le había<br />

concedido admisión directa en el Paraíso, privilegio absolutamente excepcional.<br />

En 1544, Francisco y Jerónimo fueron conminados a dar explicaciones sobre sí mismos<br />

ante un sínodo mixto, compuesto de protestantes y católicos, de teólogos y magistrados, todos<br />

ellos de habla ladina. <strong>La</strong> disputa, que duró dos días, tuvo lugar en Zuoz. Muchos vecinos de<br />

Vetto, feligreses de Francisco, estuvieron presentes para apoyarlo, y participaron activamente en<br />

el debate.<br />

Por principio de cuentas, Francisco trató de ridiculizar a los protestantes por haber tenido<br />

que traer católicos que los apoyaran. Pero a esto se le contestó inmediatamente que él mismo no<br />

era considerado como un ministro ordenado de la confesión evangélica. En cierto momento,<br />

Francisco empleó un argumento espectacular para demostrar la más importante de sus tesis<br />

cristológicas: sería absurdo -dijo- que un mendigo tembloroso de frío (el creyente), en lugar de<br />

rendir alabanza al donador (Dios) de una capa (la salvación), se pusiera a darle las gracias a la<br />

¿apa misma (carpus Chrísti). Al oír tal cosa, el anciano magnate y guerrero Juan Travers no pudo<br />

contenerse más y, subiendo al pulpito, acusó a Francisco de estar gravemente contagiado de las<br />

ideas de los maniqueos, los arríanos ¡y los turcos!1285 Francisco fue declarado culpable de<br />

anabaptismo y, en consecuencia, condenado a expulsión, según lo estatuía el edicto de Ilanz. Sus<br />

feligreses solicitaron una nueva reunión. Se les contestó que en ese caso ellos cargarían con los<br />

gastos, y entonces, muy a su pesar, tuvieron que aceptar la condena de su pastor.<br />

Dos años antes, en 1542, había llegado a la Valtellina el italiano Camilo Renato, que<br />

había estado llevando (y seguiría llevando) una vida tumultuosa. Es justo que este representante<br />

de un gran puñado de espirituales italianos peregrinantes hable por todos ellos. Al igual que<br />

todos sus compatriotas refugiados, Camilo Renato tenía en el corazón un gran amor y una gran<br />

admiración por los reformadores helvéticos y réticos, que en sus templos edificados "sobre los<br />

collados" estaban preparando esa casa de Dios a la que correrían todas las naciones "en lo<br />

postrero de los tiempos" (Isaías, 2:2). Seguro de que bajo su dirección espiritual, y con la<br />

protección otorgada por las confederaciones de Suiza y Retia, no tardaría en volver "la Edad de<br />

Oro bajo ios auspicios de Cristo", Camilo describía la aflicción y la entereza de ánimo de los<br />

clérigos que, como él, habían tenido que huir de "Ausonia" (nombre virgiliano de Italia), tiranizada<br />

por el papa y por la Inquisición. Los "renacidos", "los hijos de Dios y seguidores de Cristo",<br />

son atacados y perseguidos:<br />

Por esa razón hemos abandonado las playas de Ausonia y, eligiendo la ruta del destierro,<br />

estamos viviendo en tierras extranjeras. <strong>La</strong> pobreza es nuestra única compañera. Nuestras<br />

condiciones de vida son duras. Hay días en que lo que ganamos no nos da para vivir, y la paga<br />

que tenemos por nuestras tareas de preceptor supone un trabajo constante, aunque nos caigamos<br />

de fatiga. Hemos proclamado el evangelio en cuantas ocasiones se han presentado, no impulsados<br />

por la ambición de puestos más altos, ni tampoco recompensados adecuadamente.<br />

Avanzando, a través de los peligros habituales de la vida, hacia donde el impulso divino nos<br />

lleva, allí donde una bendita esperanza nos llama, y siempre dispuestos a todo, hemos abatido a<br />

los enemigos que nos han salido al paso. Y a aquellos a quienes la providencia ha predestinado, y<br />

1285 Rosius de Porta, op. cit., 1:1, p. 73.

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