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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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cuales se contaban los anabaptistas. Quedaba legitimado el uso de la tortura para hacer "cantar" a<br />

los silenciosos. Los que abjuraban tenían la obligación de confesar públicamente su error en su<br />

respectiva parroquia. Los recalcitrantes debían ser encarcelados, y sus propiedades debían<br />

venderse, para pagar con el producto el sostenimiento de los presos y de sus inocentes hijos. Se<br />

hacía una distinción clara entre los capitanes del anabaptismo y los simples secuaces, y se<br />

tomaban muy en consideración los problemas relativos a la vida familiar de los anabaptistas. Es<br />

verdad que no se habló más de la pena de muerte, pero la pena de cárcel y la pena de infamia<br />

perpetua por razones de fe religiosa se aplicaron muy a menudo a partir de 1571 contra los<br />

radicales. En el censo de 1579 no figuraban más que ciento veintinueve anabaptistas en el<br />

ducado, la mayor parte en Lorch. Los radicales con quienes en uno y otro momento tuvieron que<br />

habérselas las autoridades de Württemberg fueron de especies muy variadas: servetianos,<br />

davidjoristas, "los hermanos de Hofer" (un retoño de los hutteritas), moseritas (que parecen haber<br />

sido los hermanos suizos de la localidad) y probablemente pilgramitas, o sea seguidores de<br />

Marpeck.25<br />

El superintendente general de la Iglesia Luterana, Jacobo Andreae (1528-1590), residente<br />

en Góppingen, estaba decididamente en contra de todos los sectarios y fue el principal inspirador<br />

de la rigurosa actitud del duque Cristóbal. Andreae tuvo también un papel importantísimo en la<br />

redacción de la Fórmula de Concordia luterana de 1576 (revisada en 1577), en uno de cuyos<br />

capítulos se hacía una enumeración de los errores anabaptistas en cuanto a la iglesia, el gobierno<br />

y la economía. Este capítulo estaba enderezado primordialmente contra los hutteritas, y es una<br />

indicación de que sus misioneros seguían significando una amenaza. Irónicamente, un nieto del<br />

superintendente, Juan Valentín Andreae, nacido en 1568, llegaría a ser uno de los precursores del<br />

movimiento pietista, y autor de buena parte de los primeros escritos de los rosacruces.<br />

En el ducado de Badén, dividido en dos mitades, reinaban dos actitudes distintas con<br />

respecto a los radicales. Baden-Baden, que había abrazado el protestantismo en tiempos de su<br />

primer gobernante independiente, había sido recatolicizado por los tutores del segundo duque. En<br />

tiempos del tercero, Filiberto, volvió a ser favorecida la causa de la <strong>Reforma</strong>, pero a su muerte,<br />

en 1569, el territorio vino a caer en manos del duque Alberto de Baviera. Alberto, determinado a<br />

reimplantar el catolicismo en el ducado, puso en vigor los edictos imperiales contra los<br />

anabaptistas. Hay noticias de que un radical, Juan Geiger, de Zell, sufrió la pena de muerte en<br />

1571.<br />

<strong>La</strong> porción de Baden-Pforzheim 26 había estado gobernada primeramente por el duque<br />

Ernesto, un moderado cuya simpatía por el schwenck-feldianismo hizo de esa tierra, durante un<br />

tiempo, un lugar seguro para los anabaptistas. En 1556, el duque Carlos II (con ayuda de Jacobo<br />

Andreae y del capellán de la corte de Heidelberg, Miguel Diller) se pasó decididamente a la<br />

<strong>Reforma</strong>, con la consecuencia de que ya no hubo más tolerancia para los radicales. Al ocupar<br />

Alberto de Baviera el trono ducal, la recato-licización avanzó a paso acelerado. El día de<br />

Navidad de 1570, el bautizo de un niño de pocos días, hijo de padres anabaptistas, señaló la<br />

iniciación del nuevo estado de cosas.27<br />

En cuanto a Suiza, patria del anabaptismo, no encontramos sino acontecimientos<br />

puramente regionales o denominacionales. Muy poco es lo que hay que decir desde el punto de<br />

vista de la historia general a partir del edicto de la Confederación contra los anabaptistas y del<br />

importante libro que contra ellos publicó Cal vino en 1544 (cap. xxm. 2). Después de sufrir<br />

varios años de hambres y pestes (1563-1571) y una serie de decretos hostiles y de medidas<br />

represivas en los distintos cantones, los anabaptistas siguieron huyendo, especialmente a

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