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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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<strong>La</strong> <strong>Reforma</strong> <strong>Radical</strong>, por el contrario, estuvo escatológicamente orientada a cierta forma<br />

inminente de un nuevo gobierno de Cristo, que tal vez sus santos estaban ya anunciando, y, en<br />

consecuencia, se mantuvo neutral, o ajena, o incluso claramente hostil con respecto a las<br />

estructuras políticas vigentes de Imperio, reino, principado y ciudad-estado.<br />

Los radicales tenían una aguda conciencia de que Jesús había situado la acción litúrgica<br />

central de la comunidad de los santos, la celebración de su Cena como acto de rememoración y<br />

de esperanza, dentro del contexto de algo que podríamos llamar política cósmica, cuando les dijo<br />

a sus discípulos que no bebería más del fruto de la vid "hasta aquel día en que lo tengo de beber<br />

nuevo con vosotros en el reino de mi Padre" (Mateo, 26:29). Sabían que San Pablo, después de<br />

referir en severo tono de lección a los pendencieros corintios de qué manera había recibido del<br />

Señor el uso de la eucaristía, acompañada del nutritivo sustento de la ágape, los instruyó en<br />

cuanto al significado escatológico de la periódica celebración: "Todas las veces que comiereis<br />

este pan y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga" a juzgar al género<br />

humano y a vindicar a los suyos (I Corintios, 11:26).<br />

Los radicales fueron restauracionistas, empeñados en poner en práctica la idealizada<br />

armonía comunal de los santos de la iglesia de Jerusalén, según se describe en el segundo<br />

capítulo de los Hechos de los Apóstoles; pero también, algunas veces, fueron apocalipticístas,<br />

inspirados por la revelación bíblica y por las revelaciones de sus tiempos, y amigos de describir<br />

las señales del Reino y del Juicio inminentes. En este temple escatológico se hallaban más cerca<br />

de Lulero; pero aunque es verdad que también Lutero veía en todas partes portentos<br />

anunciadores del final de los tiempos, nunca dejó de leer el capítulo 13 del Apocalipsis a través<br />

del prisma del capítulo 13 de la epístola a los Romanos. En el caso de los radicales sucedía todo<br />

lo contrario.<br />

El fracaso de la Guerra de los Campesinos y de movimientos análogos de aspiración<br />

social, económica y constitucional, que se extendieron desde Delft hasta Danzig y desde el<br />

Trentino hasta Transilvania, fue el trasfondo común de la actitud de repudio social para las<br />

estructuras establecidas de la cristiandad católica y reformada, actitud muy difundida, que<br />

encontró expresión en los tres sectores de la <strong>Reforma</strong> <strong>Radical</strong>.<br />

Desilusionados y privados de derechos civiles, algunos de los radicales forzaron de tal<br />

manera la mirada para descubrir los signos de los tiempos, que llegaron incluso a imaginar que el<br />

Reino estaba ya tomando forma frente a ellos. Tomás Müntzer les dio a los príncipes reinantes de<br />

Sajonia una última oportunidad para que, abrazando la verdadera fe, se pusieran política y<br />

marcialmente al frente de las huestes de santos (cap. iv.2.c). Miguel Gaismair, el caudillo<br />

campesino del Tirol, estaba incluso dispuesto a aliarse con Zwinglio y con el Dogo (cap. iv.2.e).<br />

En Zurich, durante un breve pero muy significativo momento, Conrado Grebel acarició la<br />

posibilidad de crear un "congregacionalismo reformado", esto es, de elegir una magistratura<br />

cantonal totalmente regenerada (cap. v.2.c). Juan Hut, como hombre que había estado en medio<br />

de la Guerra de los Campesinos, suspendió temporalmente su beligerancia y sublimó sus<br />

energías guerreras, remitiéndose al tiempo en que los santos rebautizados gobernarían junto con<br />

Cristo y darían la muerte a los impíos (cap. vil.4). Baltasar Hubmaier, el reformador zwinglianoanabaptista<br />

de Waldshut y Nicolsburg, no abandonó nunca, durante su corta vida, la opinión de<br />

que era lícito el uso de la espada para mantener el orden en la sociedad e incluso para proteger a<br />

la iglesia auténtica (cap. ix.2). Para Bernardo Rothmann, la entronización de Juan Beukels de<br />

Leiden como rey de Münster no fue otra cosa que la anunciada restauración del belicoso reino de<br />

David, en preparación del advenimiento del pacífico reinado de Cristo, el nuevo Salomón (cap.<br />

xin.3).

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