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WILLIAMS, George H. (1979) La Reforma Radical, Harvard University, Massachusetts (1)

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mennonita, un schwenckfeldiano o un unitario para reconocer sin dificultades el potencial<br />

constitucional de la <strong>Reforma</strong> <strong>Radical</strong>, que no llegó a realizarse. Es una tragedia de la historia<br />

constitucional del centro europeo hasta los tiempos modernos, con dos malhadados intentos de<br />

restaurar el Imperio en términos puramente nacionalistas, el que en el siglo xvi la revolución<br />

evangélicamente motivada de campesinos, pequeños burgueses, algunos caballeros y algunos<br />

huma-nistas, después de ser perseguida y aplastada, no haya pasado, aunque fuera tardíamente,<br />

por una sublimación constitucionalmente significativa en algún tipo de gloriosa revolución<br />

europea central.<br />

Desde luego, la <strong>Reforma</strong> <strong>Radical</strong> del siglo xvi no tuvo un Oliverio Cromwell. Más aún:<br />

en su mayor parte, no creyó en el uso de la fuerza, excepto aquí y allá, cuando algunos radicales<br />

tuvieron que reaccionar como bestias acosadas. En casi todos los sectores, los reformadores<br />

radicales fueron pacifistas. Por otra parte, a diferencia de sus equivalentes de un siglo más tarde,<br />

y a diferencia también, desde luego, de los calvinistas que guerrearon por la libertad en Holanda<br />

en la segunda mitad del propio siglo xvi, los reformadores radicales no abrazaron casi nunca la<br />

doctrina de la predestinación, monopolio teológico del protestantismo normativo. En vez de eso,<br />

exaltaron la idea de la santificación y, dentro de sus límites, aspiraron a imitar a Cristo y a los<br />

cristianos de la iglesia primitiva, con su mentalidad de mártires. Renuentes al empleo de la<br />

fuerza, se entregaron en cambio al refinamiento de las disciplinas del espíritu en las comunidades<br />

de miembros unidos por la alianza de una buena conciencia con Dios.<br />

Así, pues, la <strong>Reforma</strong> <strong>Radical</strong> fue también una revolución constitucional abortada. Pero<br />

aunque el eco del testimonio teológico de estos radicales no alcance a llegar a nuestro oído<br />

interior después de recorrer cuatro siglos -ya sea porque tengamos formalmente más creencias<br />

que ellos, ya sea porque tengamos menos-, la evocación de sus angustias y de su valentía frente a<br />

los severos tribunales de sus tiempos nos moverá a saludarlos humildemente desde lejos como a<br />

nobles ciudadanos de esa comunidad más vasta que es la república de toda la humanidad. Esos<br />

hombres que leyeron el Líber creatiiranim, el Líber sapientiae y el Evangelium en la Escuela de<br />

Cristo, confirmados por diversas señales de renovación en la seguridad de ser miembros, por<br />

alianza, de un nuevo y mejor Israel, murieron confiados en la bondad de su elección: haber<br />

vivido obedientemente en el centro sufriente de la historia redentiva, a imitación de aquel que<br />

quitó los pecados del mundo.<br />

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